lunes, 16 de abril de 2012

Maracay en abril


"Hoy, UCV. ¡ESPECTÁCULO DE APAMATES!, ¡Imperdible!"


Este mensaje ha llegado hoy a mi celular... Lo envía una amiga, siempre entusiasta de lo que a diario nos obsequia la naturaleza. Y sé que no soy el único en recibirlo, pues le gusta compartir ese entusiasmo suyo entre el gran número de personas que forman parte de sus afectos.

Para ella, y para aquellos que alguna vez estudiamos en el campus Maracay de la Universidad Central de Venezuela (UCV), el disfrute de esta escena anual es casi una tradición: la tierra de nadie (área arbolada que separa las facultades de Agronomía y Veterinaria) se pinta por estos días del rosado y del blanco de las plantas de apamate, una de las diversas especies vegetales que en Venezuela florecen en época de sequía, particularmente en abril, último mes de verano. El espectáculo de este regalo a la vista y el espíritu es fugaz, ya que entre el ramaje desnudo de hojas y el ramaje despojado de flores media no más de una semana.

Ejemplar de apamate, a las afueras del campus Maracay de la Universsidad Central de Venezuela (UCV). Foto P.H., 2012.


En honor a la verdad, la pureza de este espectáculo se ha perdido en el transcurso del tiempo, debido a que han sido introducidas especies menos espléndidas, por una parte, y por otra, a que los chubascos importunos provocados por el cambio climático llegan a alterar la cabal defoliación, previa al florecimiento.

Conjunto de apamates florecidos en la avenida de acceso al campus Maracay de la UCV. Foto P.H., 2012.


Cierta confusión informativa -tal vez intencionada-, generada del desarrollo en 1930 de un significativo proyecto urbanístico (Plaza Bolívar y sus alrededores), otorgó por muchos años a Maracay el calificativo “Ciudad Jardín de Venezuela”. Y razones no faltaban: hasta hace pocas décadas, daba gusto recorrer por esta época del año cualquier punto del trazado urbano, para encontrarse con calles, plazas y extensas áreas sombreadas de un verde tupido, o florecidas de apamates, araguaneyes, gallitos, majomos, samanes o flor de la reina, y que invitaban -más bien obligaban-  a un momento de deleitosa contemplación.

Vista general de La Placera, en la zona este de Maracay, lugar que mantiene intacta, quién sabe hasta cuándo, la visión idílica de este centro poblado como "Ciudad Jardín de Venezuela".


La flor del samán, el árbol emblemático del estado Aragua.


La sustitución de casas por edificios multifamiliares ha dejado de lado el amor por el cultivo y mantenimiento de los jardines y las aceras frontales. La ampliación de las calles y avenidas para el creciente tráfico vehicular se realiza hoy a costa de las vías peatonales y las islas arboladas. Apenas aquí y allá permanecen, no pocas veces a disgusto de algunos, árboles maltratados y enfermos que, no obstante, nos otorgan todavía -y en abril sobre todo- lo que naturalmente saben dar: la hermosura de su floración.

Un magnífico ejemplar de "flor de la reina", obstinado en sobreponerse -a fuerza de color- a la indolencia ciudadana.


Acaso en uno de estos sobresaltos visuales con que aún nos sorprende la ciudad, algún gobernante inteligente y sensible decida rescatar el calificativo de “Ciudad Jardín” mediante un plan bien estructurado de reforestación de espacios urbanos con especies adecuadas de este tipo, que incluya calles, plazas y parques, y cuyos resultados puedan resumirse en una sola exclamación, viva y vibrante cada mes de abril, en cada habitante de Maracay: ¡¿Quién ha dicho almendros en flor?!


El araguaney en flor privilegia por unos días el parque Santos Michelena y esgrime su mejor argumento para reafirmar su declaratoria como Árbol Nacional de Venezuela. Foto Andrés Alfredo Milano, 2012.



lunes, 9 de abril de 2012

La primera Bendición del Mar en Cata y Ocumare de la Costa



Fotos de Luís Sánchez (El Siglo, 2012).


Leo en el periódico regional El Siglo que el día de ayer, Domingo de Resurrección, se realizó por primera vez la Bendición del Mar en las playas de Cata y Ocumare de La Costa, estado Aragua (Ortega, 2012). Unos sesenta lancheros habrían participado con sus botes en esta manifestación propia de la Semana Santa -donde se agradece la riqueza de los recursos naturales y se bendice el mar como fuente de alimento-, con asistencia de un nutrido grupo de vacacionistas.


A pocos kilómetros de estas playas, en la vecina población de Puerto Cabello (estado Carabobo), el mismo evento se celebraba de manera especial (pues este año cumplió ciento cincuenta años de vida), con la presencia de unas doce mil personas de todo el país (Boyer, 2012), demostrando que se trata de una tradición local arraigada en los católicos venezolanos.

La nota de prensa de Ortega parece incluir el evento aragüeño como una opción más entre la amplia oferta de actividades que el Estado brinda como incentivo al turismo interno, el cual, según las cifras oficiales, ha venido en aumento de año en año.

Por lo pronto, manifiesto mi reconocimiento a esta iniciativa y mis sinceros votos por su continuidad en el tiempo, pues de algún modo contribuye a que no se pierda el verdadero sentido de la Semana Santa: conmemorar y reflexionar sobre los últimos días de Jesús y sobre el significado y trascendencia de su muerte y resurrección (según la fe cristiana), particularmente en estos tiempos que corren, cuando pareciera que la ética, la justicia y la solidaridad en el mundo son valores en franco proceso de extinción.



FUENTES:

Boyer, M. (2012, Abril 9). Más de 12 mil feligreses celebraron la bendición del mar en Puerto Cabello. El Siglo: Maracay. p. B16.

Ortega, R. (2012, Abril 9). Por primera vez se llevó a cabo Bendición del Mar en Ocumare. El Siglo: Maracay. p. D-25