“Algo está fallando”, escribe Agustín Santana al advertir que el ciudadano en general no conoce el Patrimonio que le identifica como miembro de una comunidad, razón que impide vivirlo como propio y convertirse en su protector y transmisor. Dicho autor aboga por una comprensión del bien patrimonial integrado en un territorio, contextualizado y compatible con múltiples usos. Bajo tales principios se desarrolla este blog, que aspira enriquecerse con la participación activa de sus lectores.
lunes, 8 de noviembre de 2010
Cementerio La Primavera de Maracay. Arte Lapidaria, parte I.
En esta entrada se hace entrega de la sub-sección “Arte Lapidaria”, perteneciente a la sección “Colecciones de Arte Funerario de La Primavera” del Trabajo de Grado sobre dicho cementerio (ver entrada del 14 de octubre de 2010). Esta entrega y las subsiguientes –salvo que se haga la advertencia de lo contrario- constituyen una versión ampliada del texto del Trabajo de Grado, con fotos o datos adicionales que debieron ser suprimidos en la edición definitiva por razones de espacio. A veces se incluye observaciones que buscan aclarar o enriquecer la información luego de las relecturas del contenido del trabajo o de hallazgos de interés posteriores a su publicación. Dichas observaciones serán indicadas mediante las siglas N.P.A. (Nota Posterior del Autor).
Arte Lapidaria
1. Lápidas. El término lápida será usado en el presente estudio para designar un objeto relativamente delgado -cualquiera sea su forma, material o tamaño- colocado sobre una sepultura o sobre cualquiera de los elementos compositivos de la misma, y que lleva inscripciones referidas al o a los difuntos o difuntas que presuntamente yacen en el sitio. Su carácter de cuerpo superpuesto a otro permite establecer alguna diferencia – en cuanto objeto- con la estela y el cipo, que también suelen llevar inscripciones de identificación y que también son lápidas en el sentido tanto etimológico como lato del término. En los casos de las láminas metálicas con inscripciones que a menudo ostentan las cruces de hierro en los cementerios, se ha estimado más adecuado el uso del término “placa”, en la acepción de “lámina, plancha o película que se forma o está superpuesta en un objeto” (Real Academia Española, 2001).
Por la preponderancia de su papel documental, la lápida sobrepasa la simple condición de elemento mobiliario de carácter funerario y constituye más bien un componente de importancia en toda sepultura. Ello no obsta el que su estudio se aborde como objeto de expresión artística, es decir, desde la estética de su forma y su materia. El análisis de contenido, esto es, su abordaje como documento, será en tanto tratado en la próxima entrega dentro del aparte Epigrafía, el cual también forma parte de esta sub-sección.
En “La Primavera” puede encontrarse lápidas en piedra natural (mármol, granito o caliza, entre otras), en piedra artificial[1] y en hormigón (mezcla de arena y cemento). Aquellas realizadas con piedra natural corresponden de ordinario a los monumentos más costosos, aun cuando es posible encontrar sobre sepulturas modestas lápidas en materiales de este tipo, por lo común de factura sencilla y reducido tamaño. Por otra parte, el uso de materiales costosos no necesariamente garantiza una memoria perdurable acerca del difunto o difunta, que es en todo caso la función básica de las lápidas, pues éstas devienen objetos de alto riesgo por hurto, muchas veces para ser recicladas. Asimismo, la permanencia de las inscripciones depende de la resistencia al desgaste, la cual será tanto menor cuanto mayor es la porosidad del material utilizado (Hugues, Steiger y Weber, 2008).
Las lápidas presentes en el cementerio maracayero tienen en general forma rectangular, con variaciones sobre todo en sus dimensiones y en el trabajo de su superficie, aunque se observa a menudo lápidas que figuran un libro abierto, a veces coincidiendo en la misma sepultura con las de tipo rectangular, que, en tales casos, duplican o complementan las referencias básicas sobre el difunto o difunta. Aquellas realizadas en piedras naturales presentan en su mayoría una superficie amolada,[2] sobre la que se encuentran las inscripciones referidas al difunto o difunta. Es asimismo frecuente observar las inscripciones en altorrelieve obtenidas mediante la aplicación de tratamientos superficiales alrededor de las mismas, por lo común de picado, dentellado o abujardado,[3] y con el resultado de un fondo que da una impresión de encaje. Las inscripciones pueden estar enriquecidas estéticamente con la inclusión de imágenes de carácter simbólico, grabadas, labradas o aplicadas, según el grado de elaboración de la lápida.
Entre las numerosas lápidas de tipo rectangular presentes en “La Primavera” vale destacar las dedicadas a Ramón Mandry Monteverde (fallecido en 1922) y a Alicia ? (fallecida en 1937), ambas en mármol y provistas por la firma de J. Roversi. La primera cubre toda la superficie de la tumba (1.17 m. x 0.60 m.) y presenta en la mitad superior la imagen de una cruz de Santiago en altorrelieve, cuyos contornos se repiten en un fondo abujardado. La mitad inferior se encuentra por su parte prácticamente ocupada por las inscripciones en altorrelieve encerradas en un recuadro con fondo también abujardado. La segunda lápida, embutida y encuadrada con molduras de cerámica esmaltada en blanco, se localiza al centro de la tumba, la cual está revestida en el mismo material de las molduras. Las inscripciones en altorrelieve ocupan la mitad inferior de la lápida y destacan sobre la superficie lisa de la misma, mientras que la otra mitad ostenta un crucifijo aplicado realizado en mármol.
Son de interés tres lápidas, también en mármol pero únicas en su tipo encontradas con escritura corrida, correspondientes a Teresa de Jesús de Jaimes, fallecida en 1922, a Miguel Ángel Rodríguez (sin fecha de fallecimiento) y a Mercedes Lacruz de Iglesias, fallecida en 1928. La primera, de pequeñas dimensiones y con borde superior convexo, muestra además las imágenes de una cruz y una hoja de palma. Tanto las imágenes como las inscripciones son incisas y de poca profundidad, y su visibilidad parece haberse garantizado mediante el entintado. La lápida dedicada a Miguel Ángel Rodríguez ha sido provista por la firma de Emilio Gariboldi, y presenta las inscripciones en altorrelieves y encerradas en un recuadro con fondo abujardado. La última es la más elaborada de las tres: la caligrafía, rebuscada en sus mayúsculas, se encuentra acompañada por la imagen de un ramo de pensamientos atados con una cinta, todo en altorrelieve y contrastando con la simplicidad de un fondo liso y un encuadre de sencillos bordes.
Todavía otras tres lápidas de este tipo deben ser consideradas en el presente estudio, por la clara intencionalidad estética en su factura. La primera, dedicada al alférez de navío Domingo Carpio Cordero (fallecido en 1953) muestra, además de las inscripciones en altorrelieve sobre fondo abujardado, aplicaciones de crucifijo y ancla con ramo de flores, ambos en mármol. La segunda está dedicada a Bárbara M. de Lacruz, fallecida en 1932, y forma parte del revestimiento en mármol labrado de un cubo de hormigón que adorna la cabecera de la tumba. Tanto el motivo floral que acompaña las inscripciones como el recuadro fitomorfo que los encierra, de tendencias modernistas, han sido trabajados con detalle y realzados con un fondo abujardado que abarca toda la superficie de la lápida y la mayor parte de la de sus piezas complementarias, las cuales, por lo demás, presentan motivos de “no me olvides”, de azucenas y de botones de amapola, todas con sentido simbólico. La tercera lápida está dedicada al sargento José Manuel Torres (fallecido en 1944) y es representativa de otras similares realizadas a la memoria de jóvenes pioneros de la aviación en Venezuela. Ostenta la figura de un avión en circunstancias fatales labrada en la parte superior de las inscripciones, a manera de complemento gráfico que, como en los diarios de noticias, refuerza el impacto de la información que la lápida está aportando.
Como ya se ha mencionado, la figura observada con más frecuencia dentro del conjunto de lápidas que muestran alguna elaboración formal es la de libro abierto. Por lo general, la imagen del libro se asocia tanto a ministros religiosos como a personas muy devotas o ilustradas. También puede representar el registro en el “Libro de la Vida” de las buenas acciones y de los valores personales del difunto o difunta (Gravestones Symbolism, s.f.), significado sin duda más democrático y acorde con la recurrencia de dicha imagen en el cementerio maracayero. Las lápidas con esta figura se presentan por lo general sobre la superficie del monumento funerario, bien sea en contacto directo o bien apoyadas sobre pie de amigos o sobre marcos simples o adornados, usualmente elaborados en el mismo material.
Aun cuando esta figura no presenta mayor variedad salvo en lo que respecta a sus dimensiones y al material de factura, puede observarse diferencias en el tratamiento de la superficie que enriquecen y diversifican el producto final. Destacan en este sentido cuatro lápidas con forma de libro abierto elaboradas en mármol, con motivos de lacerías y ramos de flores esculpidos en su borde superior, y dedicados, entre otros, a Andrés A. Barrera y Deogracias León de Barrera (fallecidos en 1950 y 1952, respectivamente), Sargento Técnico de Aviación Julio César Salas (fallecido en 1952), Manuela y Catalina Durán (fallecidas en 1951 y 1954, respectivamente) y Genoveva Díaz (fallecida en 1959). Las dos últimas lápidas mencionadas son además las únicas encontradas que presentan motivos zoomorfos, la segunda de ellas lamentablemente mutilada. Llaman asimismo la atención los marcos esculpidos con motivo de rosas que pueden apreciarse en las plataformas de la familia Solórzano Pérez (posiblemente de 1956) y de Víctor Manuel Bautista y Teófila Merchán de Bautista (posiblemente de 1959).
Merece mención otra lápida con esta figura, de factura sencilla pero que en cambio ostenta un retrato sobre porcelana como elemento añadido que realza su valor artístico y refuerza su carácter documental; es la dedicada a Petra Key (fallecida en 1972). Lamentablemente, dicho retrato ha sido extraído.
Son más raras las lápidas con forma de pergamino, y es posible que la percepción de su contenido simbólico sea en este caso similar a la del libro abierto, aun cuando convencionalmente simbolice las Sagradas Escrituras, o bien represente la sabiduría o instrucción de quien lo porta. Entre las contadas lápidas con esta figura encontradas en “La Primavera” es de destacar la dedicada, entre otros, a Joaquín Tejero Regales (fallecido en 1955), elaborada en mármol y posiblemente provista por F. Roversi M., firma que levantó el monumento funerario donde se encuentra. Resulta sobre todo curiosa como especie de muestrario acerca de las variaciones entre 1955 y 2000 -en términos generales desfavorables- en la calidad de los tratamientos de acabado superficial, tal vez como reflejo de la pérdida de vigencia del arte funerario, del consecuente abandono del oficio y de los elevados costos actuales del trabajo artesanal. A estos factores parece unirse el elevado precio que hoy día tiene la piedra natural, y en especial el mármol, lo que se traduce con frecuencia en la reducción de las dimensiones de la lápida, en la sencillez de su tratamiento superficial o en el uso de sucedáneos para la elaboración de la misma, de lo cual es ejemplo la dedicada a la memoria de Cléver Borro y Maximina de Borgo (posiblemente de 2006), para cuya realización se ha recurrido a un material que figura mármol, sobre el que han sido grabadas las inscripciones, así como dos imágenes religiosas (San Miguel y la Virgen del Carmen), posiblemente obtenidas mediante el uso de plantillas.
El genio popular tiene también representación de interés entre las lápidas observadas en el cementerio objeto de este estudio. Al respecto, son de destacar las lápidas dedicadas a Justo Cedeño (fallecido en 1931), Filomena de Vordones (fallecida en 1931), Adán Mayorca (fallecido en 1938), Leonor de Mijares (fallecida en 1956), Cirila Rosa Nieves (fallecida en 1973) y Caracciola de Piña (fallecida en 1962). Las tres primeras son más propiamente placas metálicas (zinc o latón) aplicadas a cruces en herrería artística de forjado, sobre las cuales se han trazado las inscripciones referidas al difunto o difunta mediante técnicas de recorte, grabado y aplicado, respectivamente. La correspondiente a Adán Mayora ha sido, lamentablemente, objeto de hurto.
Las lápidas de Leonor de Mijares y Cirila Nieves están hechas en hormigón, material con el que se ha dado forma de Sagrado Corazón por modelado, la una, y de libro abierto por moldeado, la otra. La pequeña superficie de la figura acorazonada, pintada de blanco, ha sido aprovechada de manera eficaz para dar cabida al texto recordatorio y a imágenes incisas de flores, lacerías y puntos, para obtener un producto general no exento de encanto. Menos elaborada artísticamente, la convencional figura del libro abierto ha adquirido significación artística con la armónica intervención cromática de que ha sido objeto, y que es manifestación de una interesante tendencia al colorismo que ha venido observándose en el mantenimiento de modestas sepulturas.
Cierra esta relación de lápidas con la dedicada a Caracciola de Piña, consistente en una placa en hierro figurando una cruz de Calvario con proclama, sobre las que se ha grabado y pintado en esmalte blanco la información básica referida a la difunta. Con ser una pieza de escaso valor artístico, la misma posee al menos el mérito de cierta originalidad en su propuesta.
NOTAS:
[1] Mezcla granítica compuesta básicamente de arena lavada, grava y cemento blanco, la cual puede ser usada para revestimientos planos, perfiles continuos y relieves artísticos. Los procedimientos más actualizados usan resinas como aglomerantes y técnicas novedosas para productos con mejor acabado y mayor durabilidad. Incluye por definición lo que se conoce como “granito artificial”, usado mayormente para revestimientos planos, y cuyo pulido proporciona una superficie de baja porosidad y por tanto más resistente al desgaste y la desagregación (Ibadi, 2005; Llorente,1968).
[2] Tratamiento en húmedo o en seco con granos abrasivos de carburo de silicio muy duro o diamantado, cuyo diámetro determina la textura de la superficie, la cual conserva su porosidad. Es un proceso previo al pulido, que a su vez constituye la etapa final que dará lugar a una superficie completamente lisa y compacta, e incluso a un acabado brillante o reflectante según el tipo de piedra (Hugues, Steiger y Webel, 2008)
[3] Texturas superficiales obtenidas con el uso de un martillo y de un instrumento punzante (puntero, cincel o bujarda). El texturado depende de la forma de la punta del instrumento punzante y de la intensidad, inclinación y dirección de los golpes de martillo (op. cit.).
FUENTES CITADAS:
Gravestones Symbolism. (s.f.). Disponible: http://www.graveaddiction.com/%20%20%20%20%20%20%20%20symbol.html
symbol.html
Hugues, T., Steiger, L. y Weber, J. (2008). Piedra natural: Tipos de piedra:
Detalles: Ejemplos. Barcelona, España: Gustavo Gilli.
Ibadi. (2005). Composición piedra artificial. [Consulta en línea]. Disponible: http://74.125.113.132/search?q=cache:zVVnOzJtK8cJ:www.todoexpertos.com/
Llorente Brieva, P. (1968). "Procedimiento para obtención de piedra artificial". Documento de patente de invención fechado y registrado el 13 de diciembre de 1968. 9 p. [Documento en línea]. Disponible: http://www.espatentes.com/pdf/0361400_A1.pdf
Real Academia Española. (2001). Diccionario de la Lengua Española (22a. ed.).
[Libro en línea]. Autor. Disponible: http://buscon.rae.es/draeI/ [Consulta:
2010, Enero 18]
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Realmente un trabajo interesante y a la vez sobrecogedor e instructivo.
ResponderEliminarOjalá esa labor se realizara a nivel oficial con respeto, cariño y dedicación en todos y cada uno de los cementerios en este pais pero el descuido, acoso y vandalismo merman cada dia a este pais de un patrimonio que va más allá del valor artístico y no hay forma de establecer este respeto por estos monumentos.
A mi me conmociona y me emociona a la vez de me sobrecoge un cementerio, nuestro Cementerio General del Sur de 1876 tiene más que historia que se pierde poco a poco en la ignorancia e indolencia de quienes tienen el deber de preservar cada una de las cuatro esquinas de cada una de "Las Ciudades de los Muertos donde rondan en baile espíritus e historia".
Gracias a la Ciudad del Benemérito por este logro.
Así es, estimado anónimo... Por lo general en Venezuela todavía no es suficientemente valorado nuestro patrimonio, ni por los gobiernos ni por nosotros los ciudadanos. Basta ver el estado de conservación de muchos de aquellos bienes inmuebles que han sido declarados nada más y nada menos que Monumentos Históricos. En el caso de los cementerios tradicionales la situación ha sido aún más preocupante. Sin embargo, tengo fe en que las nuevas tendencias del turismo internacional (que incluyen cada vez con mayor fuerza la visita a cementerios) y el creciente interés en Latinoamérica por rescatar este tipo de patrimonio contagiarán (espero que no demasiado tarde) a nuestros gobernantes. Alguna luz en el aire: el reciente anuncio (por ahora solo eso, un prometedor anuncio) de declaratoria del cementerio municipal de Independencia (San Felipe, Yaracuy) como museo histórico. Ojalá se concrete la idea y que este ejemplo se repita en otras jurisdicciones del país. ¡Gracias por tu valiosa participación!
EliminarPrecio placa sencilla en lamina como aluminio
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