… “Los seres humanos somos hijos de la memoria. Yo soy lo que soy porque viví con mis padres, mis recuerdos, mi historia, mis vivencias. Yo soy la actualización de todo un pasado que está vivo. Si me quitan la memoria soy un zombi… un muerto viviente”…
Tomo prestadas estas palabras que el español Julio Anguita González, entonces Coordinador General de Izquierda Unida, pronunciara en un homenaje ofrecido en 1999 al escritor portugués José Saramago, Premio Nóbel de Literatura 1998.
Las he tomado por universales, por irrefutables y por contundentes. Y porque vienen a cuento, como que ni pintadas, ante el estado de indefensión que, en términos generales, ha padecido el patrimonio cultural en Venezuela.
Quiero hacer particular referencia al patrimonio edificado en el estado Aragua, tal vez uno de los de tipología más diversa del país, pero también uno de los más desasistidos, por decir lo menos.
Sin necesidad de salir de Maracay y sus inmediaciones, podría llenar un año completo de entradas comentando casos específicos de agresión a las edificaciones y manzanas que nos identifican como parte de un colectivo con características propias; una agresión que no sólo se manifiesta, en casos extremos, en su desaparición física, sino también en su desvalorización y en la pérdida de su significación como patrimonio cultural.
Me mueve hoy, sin embargo, la lamentable situación de la Casona de la antigua Hacienda La Trinidad, ubicada al lado este de la avenida Universidad, vía que conecta Maracay con la población de El Limón, capital del municipio Mario Briceño Iragorry.
Aspecto de la Casona de La Trinidad hacia 1960 (foto cortesía de Carlos Medina).
Por medio de una desconsolada llamada telefónica he sido informado del presunto derrumbe total del techo del inmueble y del muro norte del mismo, supuestamente debido a la onda expansiva de las recientes explosiones ocurridas en CAVIM. Y hablo de presunciones y suposiciones porque no he corroborado con mis propios ojos ni la veracidad ni las dimensiones del posible daño, no por no querer, sino porque dicha edificación no es de acceso público.
Aspecto de La Casona en 2000. El inmueble, en estado de abandono, había sufrido ya la pérdida de su ala este a causa de un incendio.
Puedo, en cambio, porque me consta, afirmar que el colapso de este bien cultural ya era previsible y cercano, bien por causa de factores naturales o bien como consecuencia de la actividad humana, tal como fuera advertido insistentemente, al menos hasta 2007, a numerosas instituciones involucradas de algún modo en su salvaguardia y su puesta en valor.
Las últimas acciones significativas realizadas sobre este inmueble de las cuales tengo noticias se efectuaron en 2002 y 2003, gracias a las gestiones de la Asociación Civil “Hacienda La Trinidad” ante los organismos competentes, así como al decidido apoyo del entonces Alcalde de Mario Briceño Iragorry, Lic. Pedro Maurera.
En 2002 se llevó a cabo el diagnóstico Casa La Trinidad. Monumento Histórico. Estado Aragua, por mediación del entonces Ministerio de Infraestructura- MINFRA (organismo que aportó y administró los recursos) y bajo la responsabilidad de la Arqº restauradora Ileana Vázquez. En la asistencia técnica participaron los arquitectos Diana Varón y Orlando Araque, este último además coordinador general de un equipo interdisciplinario de trabajo que contó con otros siete profesionales. Producto de este esfuerzo es un profuso y variado conjunto de textos, gráficos e imágenes fotográficas que dan cuenta de la evolución arquitectónica, de los materiales constructivos y estructurales, de los detalles ornamentales y del deterioro del monumento al 2002, año de realización del estudio.[1]
Entre sus recomendaciones, el mencionado diagnóstico señalaba la consolidación provisional de la casona, lo cual fue atendido en 2003 con el desarrollo del proyecto Obras para el apuntalamiento de la Casa La Trinidad de Tapatapa, a cargo de la Arqº restauradora Anna María Monzón y con aporte del Fondo Intergubernamental para la Descentralización- FIDES, administrado por la Alcaldía de Mario Briceño Iragorry.
Gracias al desarrollo en 2003 de este proyecto se consolidó y protegió en forma provisional la estructura del inmueble, significativamente afectada por factores de deterioro biológicos (insectos xilófagos), físicos (humedad y fuego) y antrópicos (vandalismo, socavación). Las actividades consistieron en una limpieza general con clasificación y almacenamiento de los materiales sueltos, el apuntalamiento de la estructura en ambos pisos de la edificación, la colocación de una cubierta provisional en las áreas donde faltaba la original para preservar muros y elementos constructivos y ornamentales, y la demolición de la losa tipo zen-zen existente en las habitaciones del anexo posterior de la casona. Una vez culminadas las obras de consolidación temporal de la Casona -previas a su esperada restauración- éstas fueron inspeccionadas por un equipo técnico del Instituto del Patrimonio Cultural y por el entonces presidente de ese organismo, Arq° Pedro Romero.
Vista del apuntalamiento en uno de los corredores de la segunda planta de La Casona (2003).
En 2007, y en razón de un evidente descuido por parte de los encargados de su custodia y salvaguardia, los efectos beneficiosos de estas acciones habían caducado y vuelto la casona a su habitual estado ruinoso, sujeto de actividades vandálicas traducidas en sustracción de soportes y láminas de la cubierta provisional, cuando no de elementos constructivos y decorativos de la edificación.
En ese año, sin embargo, todavía podía hablarse en términos de restauración del bien. Hoy día -dependiendo del grado de los daños más recientes- habrá que hablar, mucho me temo, de consolidación de sus ruinas. ¡Y todo en un lapso de apenas cuatro años!
Esta circunstancia es tanto más deplorable cuando se considera el hecho de que el día 25 de septiembre de 2007, con ocasión de la apertura de la Aldea Bolivariana del municipio Mario Briceño Iragorry en un área cercana a la Casona, el Presidente de la República llevó a cabo su programa Aló Presidente, donde, expresamente, ordenó el inicio de las labores de rescate de la edificación. Dichas labores, según reporta el diario El Siglo en notas informativas del 02 y 03 de octubre de 2007, se realizarían por etapas e incluirían el “remozamiento general de la casona [y] obras de restauración de lugares emblemáticos, [así como de] la… pintura de la Santísima Trinidad… que el primer mandatario… recibirá en sus propias manos, en la sede del Palacio de Miraflores, mientras se realizan las labores en la infraestructura”. También señalaban las notas que se estaría preparando un proyecto para convertir dicho monumento histórico en un museo.
Estado del cuadro de la Santísima Trinidad en 2001. Óleo sobre tela, de 210 x 133 cm., y de autor y fecha desconocidos.
Ignoro en qué paró todo esto, y lo que es peor, ni siquiera sé del paradero actual de la mencionada pintura, la cual alguna vez presidió el oratorio de la Casona y fue rescatada en 2001 de un almacén del IEE Padre Leyh, sometida a la experticia del Instituto del Patrimonio Cultural y del Museo de Arte Contemporáneo Mario Abreu (MACMA), y colocada a buen resguardo en un espacio administrativo de la mencionada institución educativa.
Vieja fotografía del oratorio de la Casona de La Trinidad. El cuadro de la Santísima Trinidad ocupaba un lugar predominante.
Supongo que, a la luz de la actual situación de la Casona, el proyecto de conversión del inmueble en museo no pasó del entusiasmo inicial, y ni qué hablar del remozamiento y obras de restauración, etcétera, etcétera, etcétera.
¿Cómo explicar lo inexplicable? ¿Cómo encontrar la lógica al implacable y pertinaz desamparo de este inmueble, cuyo carácter tipológico y contexto histórico determinaron su declaratoria como Monumento Histórico Nacional en 1991 (Gaceta Oficial N° 34.630)? ¿Cómo entender la desidia de quienes lo tienen a su cargo, y que por ley están obligados a su custodia y salvaguarda?
Podría sugerir diversas razones, producto bien de factores de carácter informativo y/o ideológico, o bien de intereses personales o institucionales. En todo caso, no hay que perder de vista que el inmueble perteneció, entre otros, a dos personajes que no son bien vistos por la historiografía oficial: al veleidoso Antonio Fernández de León -marqués de Casa León-, unas veces afecto y otras opuesto a la causa independentista, y al dictador (uso aquí el sentido estricto del término) Juan Vicente Gómez, a quien, nos guste o no, Maracay debe su singularidad urbana y su capitalidad. Tampoco puede pasar desapercibida la estratégica ubicación de los terrenos que tienen la Casona como centro cohesionante y posiblemente como factor decisivo en la determinación de su uso futuro.
Pareciera finalmente claro el desconocimiento -o por lo menos la subestimación- de la Casona como centro gravitacional de un conjunto diverso de bienes culturales existentes en su entorno inmediato y que incluyen obras de infraestructura de los siglos XVIII, XIX y XX, espacios de interés arqueológico, vestigios de pasadas actividades productivas, colecciones vivas de especies vegetales e instalaciones educativas y deportivas.
Por el particular interés que posee, este aspecto de la Casona como “epicentro patrimonial” será tratado con mayor amplitud en una próxima entrada. Es en cambio impostergable subrayar aquí el tremendo contenido histórico de este monumento y sus instalaciones:[2]
> Este inmueble comenzó a construirse en 1740 con el Capitán Nicolás Brito, dueño de las tierras. Hasta 1935 sus sucesivos dueños fueron, además del Capitán Brito, Rosalio Díaz,[3] Antonio Carrera, Antonio Fernández de León (marqués de Casa León), José Antonio Páez, Familia Palacio, Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. A raíz de la muerte de este último, la Casona y las tierras de la hacienda pasaron a manos del Estado.
> En la Casona de la hacienda La Trinidad tuvo lugar, el 19 de mayo de 1812, la denominada Conferencia de Tapatapa, conocida también como “la conspiración de los mantuanos”, a la cual asistieron Francisco de Miranda, Juan Germán Roscio, José Vicente Mercader, Francisco Talavera y otros.
> Fue sede del Cuartel General del Generalísimo Francisco de Miranda durante la Primera República, y centro de los sucesos que determinaron la caída de ésta, al constituir el escenario de las negociaciones y la redacción de la Capitulación de Miranda, acordadas entre el marqués de Casa León y el Capitán realista Domingo Monteverde. (Ver "NOTA POSTERIOR A LA PUBLICACIÓN DE ESTA ENTRADA").
> Sus instalaciones sirvieron de alojamiento transitorio a los primeros inmigrantes alemanes traídos por Agustín Codazzi, invitados por el entonces Presidente de la República y dueño de la hacienda, general José Antonio Páez. De allí partieron hacia el sitio donde fundarían en 1845 lo que hoy se conoce como Colonia Tovar.
> Perteneció y/o recibió en sus espacios a figuras protagónicas en la historia nacional de la Primera, Segunda y Tercera Repúblicas, como el marqués de Casa León, el Generalísimo Francisco de Miranda, el General José Antonio Páez, el General Cipriano Castro y el General Juan Vicente Gómez, así como a distinguidos personajes extranjeros como el barón Alejandro de Humboldt, Juan Bautista Boussingault y Sir Robert Ker Porter.
> Es una de las casas de hacienda más antiguas del país que aún se mantienen en pié y, sin duda alguna, una de las casas de hacienda más influyentes, a nivel nacional, en los hechos históricos de la gesta independentista.
> Es interesante ejemplo de la arquitectura colonial rural en el país, por la singularidad de sus aspectos y detalles constructivos, y uno de los tres únicos vestigios coloniales relevantes en la ciudad de Maracay y su entorno inmediato.
> Sus instalaciones fueron ampliándose al correr del tiempo hasta transformarse en un vasto conjunto arquitectónico, particularmente entre 1924 y la década de 1970, período en que la Casona y sus alrededores estuvieron concedidos en comodato a la Congregación Benedictina de Saint Lucien. Comenzó a funcionar como “Refugio Infantil de Varones”,[4] denominación que cambió en 1945 a “Colegio Padre Leyh”, y más tarde a “Instituto de Educación Especial Padre Leyh”, aún activo.
Vista aérea de La Casona como parte central de un extenso conjunto arquitectónico (foto de J.M. Gómez Durán, 1965).
> La hacienda La Trinidad fue la más próspera de los valles de Aragua con el cultivo del añil y su exitosa explotación comercial. Este producto llegó a ubicarse dentro de los de mayor calidad mundial, y a constituirse, entre 1760 y 1805, en el segundo rubro de generación de ingreso externo para el país, después del cacao. En esta hacienda se introdujeron y se explotaron los rubros y las técnicas de producción agropecuaria más avanzadas durante las diferentes etapas de su historia.
Ante este rosario de argumentos, no entiende uno la escasa atención que se ha dado a la Casona. Si así acontece con este Monumento Histórico Nacional, declarado en Gaceta Oficial y protegido por una ley especial, ¿qué quedará para otros inmuebles que, si acaso, han sido registrados como bienes culturales en un censo de patrimonio,[5] y que apenas cuentan para su resguardo con una Providencia Administrativa? ¿Cuál será en los años venideros el destino, ya hoy precario e incierto, de los testimonios de nuestra historia? ¿Será que los aragüeños estaremos condenados, quién sabe por qué confabulación perversa –¿de quiénes?, ¿por cuál motivo?, ¿con qué fines?- a transformarnos en una comunidad de seres sin memoria… de muertos vivientes?
(escrito con tristeza, a una jornada apenas de la primera celebración del Día de la Aragüeñidad)
NOTAS:
[1] ARAQUE, Orlando (coord.). (2003). Casa La Trinidad. Monumento Histórico. Estado Aragua. [Documento en DC]. Disponible: Ministerio de Infraestructura-MINFRA. El Limón, estado Aragua.
[2] Asociación Civil “Hacienda La Trinidad”. (2004). Propuesta de puesta en valor del Sector “La Trinidad”: Núcleo de Desarrollo Endógeno “Hacienda La Trinidad”. Disponible: http://haciendalatrinidad.org.ve/home.php [Consulta: Febrero 10, 2011].
[3] Botello, Oldman. (2007). Toponimia antigua de Maracay: Calles, plazas, esquinas, casas, sitios. Maracay: Concejo Municipal de Girardot.
[4] Botello 2007. Op.cit.
[5] I Censo del Patrimonio Cultural Venezolano (2004-2006).
NOTA POSTERIOR A LA PUBLICACIÓN DE ESTA ENTRADA:
En su obra "Los Valles de Aragua y la declaración de independencia", escribe Pedro Modesto Bolívar (2011, Colección Pembol N° 45, p.73), lo siguiente:
Sobre el lugar exacto donde el Precursor tuvo la sede de dicho Cuartel General en dicha ciudad de Maracay, muchos investigadores han opinado que fue en la casa del Marqués de Casa León, ubicada sobre una pequeña colina vía El Limón, jurisdicción para entonces de Maracay, hoy del Municipio Mario Briceño Iragorry.
No obstante, de acuerdo con las correspondencias despachadas por Miranda desde Maracay, por una de ellas, se puede inferir que el sitio donde se hallaba con su Estado Mayor y sus tropas, no era en la citada casa de dicho Marqués, sino en la casa hoy mal llamada del "Marqués del Toro", en la hacienda El Rincón de Güey o Tapatapa [entonces en las afueras de Maracay, al oeste de dicho poblado], pues en una carta de fecha 16 de mayo de 1812, el Generalísimo al dirigirse al Dr. Francisco Espejo, que se hallaba en La Victoria, le recuerda sobre los puntos principales que tratarían en una reunión, para la cual habían sido invitados el Poder Ejecutivo y el Legislativo, haciéndole hincapié en que "Deseo vivamente se verifique cuanto antes esta conferencia sobre el cual escribo de oficio, para que en lugar de San Mateo, sea más bien este Cuartel General, pues mi presencia aquí es importantísima y peligrosa la separación; en este último caso podríamos reunirnos en la casa de Dn. Antonio León (Marqués Casa León) donde habría tranquilidad y desahogo, y yo estaría al alcance de las principales atenciones que ahora me ocupan"...
[A partir de esta inferencia de Pedro Modesto Bolívar, podría asimismo colegirse que si bien el Cuartel General pudo haber sido instalado en la hacienda El Rincón de Güey o Tapatapa, la referida reunión -celebrada tres días después de la carta al Dr. Espejo, y donde se redactó y firmó el "Protocolo o Acta de Tapatapa" (op. cit., pp.75-77)- sí parece haber tenido lugar en la Casona de La Trinidad, tal como lo sugiriera el propio Francisco de Miranda. De hecho, este protocolo comienza como sigue: "En el Cuartel General de Maracay y sitio de la hacienda de la Trinidad de Tapatapa, a los 19 de mayo de 1812, 2° de la Independencia, reunidos los honorables y respetados ciudadanos"...]
“Algo está fallando”, escribe Agustín Santana al advertir que el ciudadano en general no conoce el Patrimonio que le identifica como miembro de una comunidad, razón que impide vivirlo como propio y convertirse en su protector y transmisor. Dicho autor aboga por una comprensión del bien patrimonial integrado en un territorio, contextualizado y compatible con múltiples usos. Bajo tales principios se desarrolla este blog, que aspira enriquecerse con la participación activa de sus lectores.
sábado, 12 de febrero de 2011
La Casona de La Trinidad: ¿Monumento Histórico Nacional condenado a morir de mengua?
martes, 1 de febrero de 2011
Vida y muerte de Ezequiel Zamora
Hoy se cumplen 194 años del nacimiento de Ezequiel Zamora (1 de febrero de 1817). Hace algunos días, el 10 de enero, se conmemoró los 151 años de su muerte (1860). Su dimensión de venezolano ilustre fue reconocida con el traslado de sus restos al Panteón Nacional apenas doce años después de su fallecimiento. Actualmente su figura y significación es centro de discusiones historiográficas. Pero más allá de la controversia, destacan sus particulares dotes militares y la honesta pasión con que luchó por sus ideales de justicia e igualdad.
El texto que aquí transcribo fue leído, en carácter de Orador de Orden, hace ya cinco años, en ocasión de los 146 años de su deceso. En rigor, debí publicarlo en fecha más apropiada: el 10 de enero de 2010, o en su defecto, veintidós días atrás. Su contenido, sin embargo, no desentona del todo con la celebración de su natalicio.
Estatua ecuestre de Ezequiel Zamora, obra del escultor aragüeño Asdrúbal Figuera. Develada en 2003 y ubicada en la avenida Casanova Godoy de Maracay.
Texto leído el 10 de enero de 2006, en ocasión del 146 aniversario de la muerte de Ezequiel Zamora, ante el monumento a su memoria en Maracay, estado Aragua.
Ciudadanas, ciudadanos:
Hace 146 años moría en San Carlos Ezequiel Zamora, declarado “General del Pueblo Soberano” en septiembre de 1846, y “Valiente Ciudadano” en junio de 1859, promovido a General de División por el Gobierno Federal en febrero de 1859, y considerado “el primer caudillo de los movimientos sociales en el siglo XIX venezolano”.[1] Como corresponde en honor a este destacado compatriota, nos reunimos en torno al monumento que preserva su memoria a fin de destacar las cualidades y vicisitudes que alientan su recuerdo.
De la revisión de la literatura que documenta o que recrea su historia se extrae la imagen general de un personaje de origen humilde, de escasa instrucción y comerciante de oficio, que llega a la historia por razones casi personales. Se habla de su pertenencia al estrato de los “blancos de orilla”, se hace referencia a su persona como “el pulpero de Villa de Cura” (FUNDACIÓN POLAR 1997:325), se reitera como aserto la suposición de su antiguo biógrafo Laureano Villanueva de haber recibido una instrucción “por extremo rudimentaria”,[2] y se exalta desprevenidamente su ascenso de “obscuro comerciante de ganado” a “conductor de multitudes”.[3]
Parece oportuno comenzar por hacer notar que ya en 1951 el aragüeño Federico Brito Figueroa advertía sobre los criterios históricos prejuiciados e interesados que orientaban la historiografía nacional, “negadora de los grandes valores humanos que del pueblo vienen y por el pueblo mueren” (BRITO FIGUEROA 1951:13,40). Necesario también pareciera iniciar la reconsideración de datos y referencias sobre el origen y condición del personaje que empañan la percepción del mismo en su justa dimensión.
No cabe duda de que, durante su relativa corta vida, Ezequiel Zamora reunió con creces los méritos para convocarnos en este tributo anual a su memoria, como militar, porque demostró inusitadas dotes de estratega que no sólo mantuvieron en jaque a sus contrarios -aun en los momentos de derrota- sino que determinaron el triunfo de la Federación algunos años después de su muerte; pero sobre todo como ciudadano, por su reconocida virtud de vecino honesto, justo y desprendido, y por la firmeza y fogosidad creadora de su carácter, lo cual facilitó en el instante preciso la confianza requerida para la recepción masiva de las ideas liberales y para la convocatoria a la lucha a muerte y sin cuartel que significaron las llamadas “Revolución Campesina” (1846-1847) y “Guerra Larga o Federal” (1859-1863).
La ocasión es entonces propicia para reivindicar las raíces aragüeñas de nuestro homenajeado. Hasta en su nacimiento, Ezequiel Zamora parece estar marcado por las contingencias: de padre villacurano y madre maracayera, nació en la población mirandina de Cúa durante una temporada de autoexilio familiar por desavenencias políticas de su padre Don José Alejandro Zamora -a la sazón de convicciones monárquicas- con sus convecinos, en su mayoría simpatizantes de la causa emancipadora.[4] La mayoría de sus hermanos, y antes que ellos sus abuelos maternos y paternos nacieron en Aragua, y su vida como vecino villacurano se ha podido trazar desde los quince años de edad, viviendo ya con su hermana Carlota y su cuñado Juan Caspers, quienes se encargaron de su crianza, hasta que, frisando los treinta, el conocimiento de su existencia trascendió los límites provincianos.
A propósito de sus raíces, parece también interesante especular un poco acerca de la escasa instrucción que por lo común se le imputa sin mayor detalle, como dejando a la discreción del lector la apreciación de Zamora como un personaje de origen casi desconocido y con habilidades oratorias y militares prácticamente debidas a la Divina Providencia.
Al respecto vale la pena traer a colación el interesante sondeo genealógico de Oldman Botello, publicado en 1994 y mencionado como fuente bibliográfica en el Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación POLAR (op.cit., p. 327). En su trabajo Botello nos remonta, por el lado materno, a los colonizadores Diego de Ovalle, Lázaro Vásquez y Alonso Díaz Moreno, y a bisabuelos con extensas fincas de cacao en Choroní; por el lado paterno, en tanto, a Don Juan Zamora de León, su abuelo, de origen canario y Oficial del ejército monárquico, alcalde de Villa de Cura en tres oportunidades y productor agropecuario de cierta holgura económica. También fueron alcaldes sus tíos villacuranos Juan Tomás y Mateo Zamora Pereira, el primero productor agropecuario y el segundo Oficial del ejército monárquico, como lo fueran Don Juan y José Alejandro, padre y hermano de aquéllos, este último, además, progenitor de Ezequiel Zamora (BOTELLO 1994:17-29).
Estos privilegiados orígenes socioeconómicos, aunados al matrimonio de sus hermanas y parientes con personas de cultura y prestigio como Juan Caspers, el abogado José Manuel García Correa y los próceres Capitán Venancio Rachadel y Coronel Francisco Guerrero, entre otros, permiten esperar en Ezequiel Zamora un nivel de instrucción más amplio y sólido que el que la historia oficial pareciera concederle, más allá del formalmente adquirido en la escuela, y sobretodo más allá del que haría presumir su dedicación temprana a los oficios de comerciante pecuario y de pulpero. Es dable por tanto suponer que su convincente y emotiva oratoria, así como su interés y sus habilidades en las ciencias militares podrían no encontrarse exclusivamente marcadas por la información aportada al respecto por sus cuñados y por el sello de la espontaneidad, como a primera vista sería deducible a partir de la lectura de las obras sobre el personaje más asequibles y consultadas.
Entrando ya de lleno en el tema que nos congrega, los primeros pasos firmes de Ezequiel Zamora para su ingreso a la historia nacional se inician con la creación del partido Liberal en 1840, cuyo discurso anti oligárquico acoge con un entusiasmo que le llevará a participar de manera activa y protagónica en la instalación de la “Sociedad Liberal de Villa de Cura” y como “elector” o “candidato” por el Cantón de Cura para las elecciones de 1846.
Seguros vencedores en la contienda, los electores por el partido Liberal son objeto de -sabotaje en varias localidades del país por parte del poderoso e influyente partido conservador, a lo cual no escapa Zamora, cuya nominación es objetada por la Asamblea Electoral correspondiente, negándosele además el derecho al sufragio, y, al responder físicamente a la evidente provocación, termina recluido por una noche en la cárcel local (BRITO FIGUEROA, op. cit., pp. 52-53).
Otro artilugio, aún más osado y terrible, fue urdido por los conservadores contra el líder del partido Liberal, Antonio Leocadio Guzmán: tras concertarse una entrevista en La Victoria entre éste y José Antonio Páez -el más conspicuo representante de la oligarquía-, y aprovechando la cercana ocurrencia de alzamientos espontáneos de campesinos, Guzmán fue acusado de “promover una insurrección contra la sociedad destinada a eliminar la esclavitud y hacer la comunidad de tierras”, reivindicaciones sobre las que, por lo demás, jamás se había pronunciado.[5] En consecuencia, fue hecho prisionero casi de inmediato, y ocho meses más tarde condenado a muerte, pena que fue conmutada por el entonces Presidente General José Tadeo Monagas en expulsión perpetua del territorio de la República (VILLANUEVA 1992, p. 127}.
Estos hechos impulsaron a Zamora a tomar definitivamente las armas el 7 de septiembre de 1846, sin mayor experiencia que la adquirida cuando dos años antes apoyara al Jefe Político del Cantón Cura para defender la sociedad contra un grupo de facciosos que atacaron la cárcel local y dieron libertad a los presos.
En una breve campaña, denominada “de la Sierra” y conocida como “Revolución Campesina”, Zamora hace sentir su sagacidad militar, desconcertando al ejército conservador, más numeroso y experimentado, con una efectiva “guerra de guerrillas”, hasta que fuera derrotado seis meses más tarde en el combate de “El Pagüito”, capturado en el pie del cerro “Juana Caliente” y condenado a muerte en Villa de Cura, pena que también conmuta el Presidente Monagas, el 5 de noviembre de 1847, en diez años de presidio en las mazmorras de San Carlos en Maracaibo (BOLÍVAR 2002, p. 33). Su fuga de la cárcel de Maracay la noche del 22 de noviembre de 1847, planificada por su hermano Gabriel y otros allegados, le libra del largo suplicio que le aguardaba y, viviendo con otro nombre, logra evitar su recaptura hasta quedar legalmente en libertad gracias al Decreto de Amnistía expedido por el Presidente Monagas el 27 de enero de 1848.
Pasaría Zamora toda una década ejerciendo oficios civiles y militares diversos, y tras la renuncia del General José Tadeo Monagas en 1858 sufriría un nuevo acoso político, con un exilio obligado en Curazao, antes de volver a las armas en forma definitiva contra el poder establecido, el 22 de febrero de 1859, como Jefe de Operaciones del Ejército Federal de Occidente, en la llamada “Guerra Larga o Federal”, declarada tan sólo dos días antes.
En su proclama del 29 de marzo de 1859, en San Felipe, se hace patente la firme disposición de Zamora a inmolarse por los preceptos federales, ciertamente por él enriquecidos, y a incentivar la corresponsabilidad en la lucha (BRITO FIGUEROA 1951, p. 114):
…”Pueblos del Occidente! Ha llegado el momento de vuestro pronunciamiento: proclamad el evangelio práctico de los principios políticos, la igualdad entre los venezolanos, el imperio de la mayoría, la verdadera república, la FEDERACIÓN!
El Ejército Federal será la vanguardia en esta cruzada de gloria. Triunfará la bandera de la Federación o me veréis sucumbir bajo las bayonetas del centralismo de la tiranía”…
No pasaría mucho tiempo antes de que las palabras de esta proclama demostraran su poderoso contenido profético.
Ezequiel Zamora hace gala de madurez política y militar con la puesta en marcha del proyecto de un país federal y con el resonante triunfo en la “batalla de Santa Inés”, librada el 10 de diciembre de 1859, en la que despliega nuevamente sus sobresalientes cualidades de estratega y asesta un golpe decisivo al ejército conservador, allanando el camino hacia la toma de Caracas, fatal y repentinamente truncada. Dicho ejército no se repondrá a pesar de la derrota final de las tropas federales en la “batalla de Coplé” después de la muerte de Zamora, ocurrida el 10 de enero de 1860, en circunstancias no del todo claras.
Esta derrota no evitó el control político de la Federación, que conquista el poder no sin antes suscribir con los conservadores, el 22 de mayo de 1863, el llamado “Convenio de Coche”, que algunos autores consideran un escamoteo a los anhelos fundamentales del pueblo, tal como ya había ocurrido con la Guerra de Independencia, y como ocurriría luego, con demasiada frecuencia, a lo largo de la historia contemporánea de Venezuela.
Los restos de Zamora reposan en el Panteón Nacional desde el 13 de noviembre de 1872, en reconocimiento sorprendentemente puntual a su excepcional aporte, no por todos compartido.
A la luz de nuestros días y del período histórico que nos ha tocado vivir, la sacrificada dedicación de Bolívar y de Zamora mantiene abierto el paréntesis de su plena justificación y sentido. Corresponde a nosotros, los venezolanos de ahora, la oportunidad de cerrar ese paréntesis con honor y satisfacción contribuyendo efectivamente al cumplimiento de las metas de inclusión social y de justicia, de solvencia moral, de desarrollo político y económico, y de verdadera independencia que ambos próceres soñaron y procuraron, cada uno a su manera.
No resta más que dejar la inquietud en el aire: ¿Nos encontramos hoy a la altura de semejante compromiso?
Ciudadanas, ciudadanos, muchas gracias.
Fuentes:
[1] FUNDACIÓN POLAR (ed.). (1997). Diccionario de historia de Venezuela. Caracas: Editor, p. 325
[2] VILLANUEVA, Laureano. (1992). Vida del valiente ciudadano General Ezequiel Zamora. Tomo I. Caracas: Monte Ávila Editores, p. 26.
[3] BRITO FIGUEROA, Federico. (1951). Ezequiel Zamora. Un capítulo de la historia nacional. Caracas: Editorial Ávila Gráfica, S.A. Colección Prisma Nº 3, p. 48.
[4] BOTELLO, Oldman. (1994). Genealogía del General Ezequiel Zamora. Apuntes para su estudio. Villa de Cura: Asamblea Legislativa del estado Aragua. p.11.
[5] BOLÍVAR B., Pedro Modesto.(2002). El General Ezequiel Zamora en los Valles de Aragua. A 185 años de su natalicio. Maracay: Centro de Historia del estado Aragua. Colección PEMBOL Nº 32. p. 15.
NOTA: La fotografía de la estatua de Ezequiel Zamora fue tomada del Catálogo del Patrimonio Cultural Venezolano de los municipios Girardot y Francisco Linares Alcántara (AR 03-17), publicado en 2006 por el Instituto del Patrimonio Cultural (p. 217).
ACTUALIZACIÓN INFORMATIVA
Aguilar, M. (2016, Diciembre 10). Batalla de Santa Inés es estudiada en las escuelas militares del mundo. Correo del Orinoco. Disponible: http://www.correodelorinoco.gob.ve/comunicacion-cultura/batalla-santa-ines-es-estudiada-escuelas-militares-mundo/
Con desfile cívico militar celebraron el Natalicio de Ezequiel Zamora. (2017, Enero 25). El Aragüeño [Versión digital]. Disponible: http://elaragueno.com.ve/region/con-desfile-civico-militar-celebraron-el-natalicio-de-ezequiel-zamora/
En Villa de Cura se instalará museo en honor a Ezequiel Zamora. (2016, Noviembre 16). CiudadMcy [Versión digital]. Disponible: http://ciudadmcy.info.ve/index.php/aragua-2/18249-en-villa-de-cura-se-instalara-museo-en-honor-a-ezequiel-zamora
Foto extraída de CiudadMcy, 16-11-2016.
Esta es la imagen oficial del Bicentenario de Ezequiel Zamora. (2017, Enero 07). Correo del Orinoco. Disponible:http://www.correodelorinoco.gob.ve/nacionales/esta-es-imagen-oficial-bicentenario-ezequiel-zamora/
El texto que aquí transcribo fue leído, en carácter de Orador de Orden, hace ya cinco años, en ocasión de los 146 años de su deceso. En rigor, debí publicarlo en fecha más apropiada: el 10 de enero de 2010, o en su defecto, veintidós días atrás. Su contenido, sin embargo, no desentona del todo con la celebración de su natalicio.
Estatua ecuestre de Ezequiel Zamora, obra del escultor aragüeño Asdrúbal Figuera. Develada en 2003 y ubicada en la avenida Casanova Godoy de Maracay.
Texto leído el 10 de enero de 2006, en ocasión del 146 aniversario de la muerte de Ezequiel Zamora, ante el monumento a su memoria en Maracay, estado Aragua.
Ciudadanas, ciudadanos:
Hace 146 años moría en San Carlos Ezequiel Zamora, declarado “General del Pueblo Soberano” en septiembre de 1846, y “Valiente Ciudadano” en junio de 1859, promovido a General de División por el Gobierno Federal en febrero de 1859, y considerado “el primer caudillo de los movimientos sociales en el siglo XIX venezolano”.[1] Como corresponde en honor a este destacado compatriota, nos reunimos en torno al monumento que preserva su memoria a fin de destacar las cualidades y vicisitudes que alientan su recuerdo.
De la revisión de la literatura que documenta o que recrea su historia se extrae la imagen general de un personaje de origen humilde, de escasa instrucción y comerciante de oficio, que llega a la historia por razones casi personales. Se habla de su pertenencia al estrato de los “blancos de orilla”, se hace referencia a su persona como “el pulpero de Villa de Cura” (FUNDACIÓN POLAR 1997:325), se reitera como aserto la suposición de su antiguo biógrafo Laureano Villanueva de haber recibido una instrucción “por extremo rudimentaria”,[2] y se exalta desprevenidamente su ascenso de “obscuro comerciante de ganado” a “conductor de multitudes”.[3]
Parece oportuno comenzar por hacer notar que ya en 1951 el aragüeño Federico Brito Figueroa advertía sobre los criterios históricos prejuiciados e interesados que orientaban la historiografía nacional, “negadora de los grandes valores humanos que del pueblo vienen y por el pueblo mueren” (BRITO FIGUEROA 1951:13,40). Necesario también pareciera iniciar la reconsideración de datos y referencias sobre el origen y condición del personaje que empañan la percepción del mismo en su justa dimensión.
No cabe duda de que, durante su relativa corta vida, Ezequiel Zamora reunió con creces los méritos para convocarnos en este tributo anual a su memoria, como militar, porque demostró inusitadas dotes de estratega que no sólo mantuvieron en jaque a sus contrarios -aun en los momentos de derrota- sino que determinaron el triunfo de la Federación algunos años después de su muerte; pero sobre todo como ciudadano, por su reconocida virtud de vecino honesto, justo y desprendido, y por la firmeza y fogosidad creadora de su carácter, lo cual facilitó en el instante preciso la confianza requerida para la recepción masiva de las ideas liberales y para la convocatoria a la lucha a muerte y sin cuartel que significaron las llamadas “Revolución Campesina” (1846-1847) y “Guerra Larga o Federal” (1859-1863).
La ocasión es entonces propicia para reivindicar las raíces aragüeñas de nuestro homenajeado. Hasta en su nacimiento, Ezequiel Zamora parece estar marcado por las contingencias: de padre villacurano y madre maracayera, nació en la población mirandina de Cúa durante una temporada de autoexilio familiar por desavenencias políticas de su padre Don José Alejandro Zamora -a la sazón de convicciones monárquicas- con sus convecinos, en su mayoría simpatizantes de la causa emancipadora.[4] La mayoría de sus hermanos, y antes que ellos sus abuelos maternos y paternos nacieron en Aragua, y su vida como vecino villacurano se ha podido trazar desde los quince años de edad, viviendo ya con su hermana Carlota y su cuñado Juan Caspers, quienes se encargaron de su crianza, hasta que, frisando los treinta, el conocimiento de su existencia trascendió los límites provincianos.
A propósito de sus raíces, parece también interesante especular un poco acerca de la escasa instrucción que por lo común se le imputa sin mayor detalle, como dejando a la discreción del lector la apreciación de Zamora como un personaje de origen casi desconocido y con habilidades oratorias y militares prácticamente debidas a la Divina Providencia.
Al respecto vale la pena traer a colación el interesante sondeo genealógico de Oldman Botello, publicado en 1994 y mencionado como fuente bibliográfica en el Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación POLAR (op.cit., p. 327). En su trabajo Botello nos remonta, por el lado materno, a los colonizadores Diego de Ovalle, Lázaro Vásquez y Alonso Díaz Moreno, y a bisabuelos con extensas fincas de cacao en Choroní; por el lado paterno, en tanto, a Don Juan Zamora de León, su abuelo, de origen canario y Oficial del ejército monárquico, alcalde de Villa de Cura en tres oportunidades y productor agropecuario de cierta holgura económica. También fueron alcaldes sus tíos villacuranos Juan Tomás y Mateo Zamora Pereira, el primero productor agropecuario y el segundo Oficial del ejército monárquico, como lo fueran Don Juan y José Alejandro, padre y hermano de aquéllos, este último, además, progenitor de Ezequiel Zamora (BOTELLO 1994:17-29).
Estos privilegiados orígenes socioeconómicos, aunados al matrimonio de sus hermanas y parientes con personas de cultura y prestigio como Juan Caspers, el abogado José Manuel García Correa y los próceres Capitán Venancio Rachadel y Coronel Francisco Guerrero, entre otros, permiten esperar en Ezequiel Zamora un nivel de instrucción más amplio y sólido que el que la historia oficial pareciera concederle, más allá del formalmente adquirido en la escuela, y sobretodo más allá del que haría presumir su dedicación temprana a los oficios de comerciante pecuario y de pulpero. Es dable por tanto suponer que su convincente y emotiva oratoria, así como su interés y sus habilidades en las ciencias militares podrían no encontrarse exclusivamente marcadas por la información aportada al respecto por sus cuñados y por el sello de la espontaneidad, como a primera vista sería deducible a partir de la lectura de las obras sobre el personaje más asequibles y consultadas.
Entrando ya de lleno en el tema que nos congrega, los primeros pasos firmes de Ezequiel Zamora para su ingreso a la historia nacional se inician con la creación del partido Liberal en 1840, cuyo discurso anti oligárquico acoge con un entusiasmo que le llevará a participar de manera activa y protagónica en la instalación de la “Sociedad Liberal de Villa de Cura” y como “elector” o “candidato” por el Cantón de Cura para las elecciones de 1846.
Seguros vencedores en la contienda, los electores por el partido Liberal son objeto de -sabotaje en varias localidades del país por parte del poderoso e influyente partido conservador, a lo cual no escapa Zamora, cuya nominación es objetada por la Asamblea Electoral correspondiente, negándosele además el derecho al sufragio, y, al responder físicamente a la evidente provocación, termina recluido por una noche en la cárcel local (BRITO FIGUEROA, op. cit., pp. 52-53).
Otro artilugio, aún más osado y terrible, fue urdido por los conservadores contra el líder del partido Liberal, Antonio Leocadio Guzmán: tras concertarse una entrevista en La Victoria entre éste y José Antonio Páez -el más conspicuo representante de la oligarquía-, y aprovechando la cercana ocurrencia de alzamientos espontáneos de campesinos, Guzmán fue acusado de “promover una insurrección contra la sociedad destinada a eliminar la esclavitud y hacer la comunidad de tierras”, reivindicaciones sobre las que, por lo demás, jamás se había pronunciado.[5] En consecuencia, fue hecho prisionero casi de inmediato, y ocho meses más tarde condenado a muerte, pena que fue conmutada por el entonces Presidente General José Tadeo Monagas en expulsión perpetua del territorio de la República (VILLANUEVA 1992, p. 127}.
Estos hechos impulsaron a Zamora a tomar definitivamente las armas el 7 de septiembre de 1846, sin mayor experiencia que la adquirida cuando dos años antes apoyara al Jefe Político del Cantón Cura para defender la sociedad contra un grupo de facciosos que atacaron la cárcel local y dieron libertad a los presos.
En una breve campaña, denominada “de la Sierra” y conocida como “Revolución Campesina”, Zamora hace sentir su sagacidad militar, desconcertando al ejército conservador, más numeroso y experimentado, con una efectiva “guerra de guerrillas”, hasta que fuera derrotado seis meses más tarde en el combate de “El Pagüito”, capturado en el pie del cerro “Juana Caliente” y condenado a muerte en Villa de Cura, pena que también conmuta el Presidente Monagas, el 5 de noviembre de 1847, en diez años de presidio en las mazmorras de San Carlos en Maracaibo (BOLÍVAR 2002, p. 33). Su fuga de la cárcel de Maracay la noche del 22 de noviembre de 1847, planificada por su hermano Gabriel y otros allegados, le libra del largo suplicio que le aguardaba y, viviendo con otro nombre, logra evitar su recaptura hasta quedar legalmente en libertad gracias al Decreto de Amnistía expedido por el Presidente Monagas el 27 de enero de 1848.
Pasaría Zamora toda una década ejerciendo oficios civiles y militares diversos, y tras la renuncia del General José Tadeo Monagas en 1858 sufriría un nuevo acoso político, con un exilio obligado en Curazao, antes de volver a las armas en forma definitiva contra el poder establecido, el 22 de febrero de 1859, como Jefe de Operaciones del Ejército Federal de Occidente, en la llamada “Guerra Larga o Federal”, declarada tan sólo dos días antes.
En su proclama del 29 de marzo de 1859, en San Felipe, se hace patente la firme disposición de Zamora a inmolarse por los preceptos federales, ciertamente por él enriquecidos, y a incentivar la corresponsabilidad en la lucha (BRITO FIGUEROA 1951, p. 114):
…”Pueblos del Occidente! Ha llegado el momento de vuestro pronunciamiento: proclamad el evangelio práctico de los principios políticos, la igualdad entre los venezolanos, el imperio de la mayoría, la verdadera república, la FEDERACIÓN!
El Ejército Federal será la vanguardia en esta cruzada de gloria. Triunfará la bandera de la Federación o me veréis sucumbir bajo las bayonetas del centralismo de la tiranía”…
No pasaría mucho tiempo antes de que las palabras de esta proclama demostraran su poderoso contenido profético.
Ezequiel Zamora hace gala de madurez política y militar con la puesta en marcha del proyecto de un país federal y con el resonante triunfo en la “batalla de Santa Inés”, librada el 10 de diciembre de 1859, en la que despliega nuevamente sus sobresalientes cualidades de estratega y asesta un golpe decisivo al ejército conservador, allanando el camino hacia la toma de Caracas, fatal y repentinamente truncada. Dicho ejército no se repondrá a pesar de la derrota final de las tropas federales en la “batalla de Coplé” después de la muerte de Zamora, ocurrida el 10 de enero de 1860, en circunstancias no del todo claras.
Esta derrota no evitó el control político de la Federación, que conquista el poder no sin antes suscribir con los conservadores, el 22 de mayo de 1863, el llamado “Convenio de Coche”, que algunos autores consideran un escamoteo a los anhelos fundamentales del pueblo, tal como ya había ocurrido con la Guerra de Independencia, y como ocurriría luego, con demasiada frecuencia, a lo largo de la historia contemporánea de Venezuela.
Los restos de Zamora reposan en el Panteón Nacional desde el 13 de noviembre de 1872, en reconocimiento sorprendentemente puntual a su excepcional aporte, no por todos compartido.
A la luz de nuestros días y del período histórico que nos ha tocado vivir, la sacrificada dedicación de Bolívar y de Zamora mantiene abierto el paréntesis de su plena justificación y sentido. Corresponde a nosotros, los venezolanos de ahora, la oportunidad de cerrar ese paréntesis con honor y satisfacción contribuyendo efectivamente al cumplimiento de las metas de inclusión social y de justicia, de solvencia moral, de desarrollo político y económico, y de verdadera independencia que ambos próceres soñaron y procuraron, cada uno a su manera.
No resta más que dejar la inquietud en el aire: ¿Nos encontramos hoy a la altura de semejante compromiso?
Ciudadanas, ciudadanos, muchas gracias.
Fuentes:
[1] FUNDACIÓN POLAR (ed.). (1997). Diccionario de historia de Venezuela. Caracas: Editor, p. 325
[2] VILLANUEVA, Laureano. (1992). Vida del valiente ciudadano General Ezequiel Zamora. Tomo I. Caracas: Monte Ávila Editores, p. 26.
[3] BRITO FIGUEROA, Federico. (1951). Ezequiel Zamora. Un capítulo de la historia nacional. Caracas: Editorial Ávila Gráfica, S.A. Colección Prisma Nº 3, p. 48.
[4] BOTELLO, Oldman. (1994). Genealogía del General Ezequiel Zamora. Apuntes para su estudio. Villa de Cura: Asamblea Legislativa del estado Aragua. p.11.
[5] BOLÍVAR B., Pedro Modesto.(2002). El General Ezequiel Zamora en los Valles de Aragua. A 185 años de su natalicio. Maracay: Centro de Historia del estado Aragua. Colección PEMBOL Nº 32. p. 15.
NOTA: La fotografía de la estatua de Ezequiel Zamora fue tomada del Catálogo del Patrimonio Cultural Venezolano de los municipios Girardot y Francisco Linares Alcántara (AR 03-17), publicado en 2006 por el Instituto del Patrimonio Cultural (p. 217).
ACTUALIZACIÓN INFORMATIVA
Aguilar, M. (2016, Diciembre 10). Batalla de Santa Inés es estudiada en las escuelas militares del mundo. Correo del Orinoco. Disponible: http://www.correodelorinoco.gob.ve/comunicacion-cultura/batalla-santa-ines-es-estudiada-escuelas-militares-mundo/
Con desfile cívico militar celebraron el Natalicio de Ezequiel Zamora. (2017, Enero 25). El Aragüeño [Versión digital]. Disponible: http://elaragueno.com.ve/region/con-desfile-civico-militar-celebraron-el-natalicio-de-ezequiel-zamora/
En Villa de Cura se instalará museo en honor a Ezequiel Zamora. (2016, Noviembre 16). CiudadMcy [Versión digital]. Disponible: http://ciudadmcy.info.ve/index.php/aragua-2/18249-en-villa-de-cura-se-instalara-museo-en-honor-a-ezequiel-zamora
Foto extraída de CiudadMcy, 16-11-2016.
Esta es la imagen oficial del Bicentenario de Ezequiel Zamora. (2017, Enero 07). Correo del Orinoco. Disponible:http://www.correodelorinoco.gob.ve/nacionales/esta-es-imagen-oficial-bicentenario-ezequiel-zamora/
Foto extraída de Correo del Orinoco, 07-01-2017.
Gobierno venezolano homenajeó a Ezequiel Zamora. (2017, Febrero 01). El Aragüeño [Versión digital]. Disponible: http://elaragueno.com.ve/nacion/gobierno-venezolano-homenajeo-a-ezequiel-zamora/
"El Gobierno de
Venezuela celebró los 200 años del natalicio del general Ezequiel Zamora, un
personaje histórico venezolano que el chavismo considera un 'héroe' y a quien
el opositor y expresidente del Parlamento Henry Ramos Allup calificó de 'negrero' y 'esclavista' (...) A pesar de la controversia actual, Ezequiel Zamora no solo ha sido
enaltecido por el chavismo. Estados venezolanos como Miranda y Aragua (centro), Monagas (este), y
Falcón (noroeste) cuentan con municipios que tienen su nombre.
También existen bustos y estatuas en varias plazas de distintas ciudades
del país caribeño en memoria del personaje que da nombre a algunas
universidades y centros de educación. En 1975, el entonces presidente venezolano, Carlos Andrés Pérez emitió un
decreto que ensalzaba la figura de Zamora y ordenaba erigir un monumento en su
memoria, editar todas las obras sobre él, construir un museo histórico en su
honor y conmemorar su natalicio en todo el territorio nacional" (Foto y texto extraídos de El Aragüeño, 01-02-2017).
González Cova, L. (2017, Febrero 01). Hurtado Rayugsen: Es un buen momento para interpretar a Zamora desde la creación. Correo del Orinoco. Disponible: http://www.correodelorinoco.gob.ve/comunicacion-cultura/hurtado-rayugsen-es-un-buen-momento-para-interpretar-a-zamora-creacion/
Hernández, C. (2017, Enero 30). Historiadora Rosanna Álvarez: "Zamora no era un ideólogo preclaro, sino un hombre del pueblo". Laiguana.tv. Disponible: http://laiguana.tv/articulos/46961-rosanna-alvarez-zamora-clodovaldo
..."Zamora era un comerciante,
vendedor de ganado en los llanos venezolanos y luego dueño de una pulpería en
Villa de Cura (Aragua), pero no era un hacendado ni un terrateniente, cosa que
lo ubica en un estrato intermedio y con una relación directa con campesinos,
esclavizados y desposeídos. El acercamiento que se le hace a las masas y a las
causas populares obedece a una razón simple: Zamora era un hombre de pueblo, de
a pie (...) La gran ventaja de Zamora sobre el
ejército oficial fue el hecho de estar acompañado por campesinos y negros que,
al igual que él, se conocían todo el llano, todas las zonas verdes y caminos
intrincados, y yo me atrevería a decir que ese fue el motivo por el cual se
vuelve un estratega militar exitoso. Creo que la combinación entre el
conocimiento del territorio, la relación con los campesinos, la fuerza de
voluntad y convicción sobre la causa que defendía, y el carácter recio de su
personalidad le dieron el perfil para que aun si ser un militar de formación,
pudiera armar aquel ejército de hombres rudos. Claro que son suposiciones" (Texto extraído de Laiguana.tv, 30-01-2017).
Millán, M. (2017, Febrero 01). Casa natal de Zamora es un espacio recuperado para la memoria histórica del pueblo. Correo del Orinoco. Disponible: http://www.correodelorinoco.gob.ve/nacionales/casa-natal-zamora-es-un-espacio-recuperado-para-memoria-historica-pueblo-fotos/
Casa natal de Ezequiel Zamora (margen izquierda). Foto extraída de Correo del Orinoco, 01-02-2017 (Rico, M.).
Rivero, N. (2017, Enero 10). Muerte de Ezequiel Zamora frustó programa de la Federación. Correo del Orinoco. Disponible: http://www.correodelorinoco.gob.ve/comunicacion-cultura/muerte-ezequiel-zamora-frustro-programa-federacion/
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