lunes, 1 de diciembre de 2014

La desaparición gradual del patrimonio urbano de Maracay o el desvanecimiento imperceptible de su identidad (III)


Al anunciar el propósito de su administración de convertir Maracay en una ciudad vanguardista (Torres 2013), el alcalde del municipio Girardot señaló la necesidad de hacer un fuerte llamado a la conciencia ciudadana: "Comentó Bastidas que todos estos cambios que plantean no serán posibles si con ellos no vienen de la mano el cambio de vida y conducta de los ciudadanos de Maracay. No solamente se trata de la reprogramación de las personas cuando se establezcan nuevas rutas de transporte público por código y color, sino también la cultura del bienestar colectivo y del cuidado de las obras que son para beneficio de todos" (el resaltado es mío).

Hay razones válidas para esta inquietud del alcalde: con harta frecuencia vemos cómo los sitios y bienes públicos rehabilitados por la administración estatal o municipal, y hasta por organizaciones civiles no gubernamentales, caen pronto en proceso de degradación por efecto de hurto, de vandalismo, de acciones impropias o de falta de mantenimiento. El robo o la destrucción de bombillos y pantallas en las luminarias de plazas y bulevares; el maltrato de árboles recién plantados en plazas y aceras; las pintas y los carteles sobre obras de arte y sobre muros de edificaciones recuperadas; la ranchificación de techos, ventanas, jardines o quioscos en zonas comerciales, desarrollos habitacionales y avenidas; la desaparición de áreas verdes por invasión de malezas o por falta de riego, y la basura arrojada a la calle por transeúntes o desde vehículos particulares y autobuses, situaciones cotidianas estas con las que nos hemos resignado a convivir en Maracay, son producto de la indolencia de sus habitantes que, fuera de los límites su vivienda, no reconocen ni sienten como suyos los espacios y bienes urbanos.





Algunos aspectos habituales de Maracay, que reflejan la indolencia cívica (por comisión o por omisión) tanto de sus habitantes como de sus administradores. Fotos: P.H., 2014.


Esta indolencia tiene mucho que ver con la escasez (la ausencia incluso) de sentido de identidad y pertenencia, elemento fundamental para la salvaguarda de todo bien patrimonial. Si este sentido no se motiva, no se desarrolla o no se fortalece, ¿cómo esperar entonces que la ciudadanía respete los espacios públicos y los bienes patrimoniales, y vele por su conservación o bien manifieste su corresponsabilidad cuando haya necesidad de tomar acciones a favor de los mismos?

El sentido de identidad y pertenencia es lo que ha impulsado a la comunidad con el fin de detener años atrás la tala de unos árboles en la isla central de la avenida Las Delicias para facilitar el acceso al estacionamiento de un conocido local comercial o, más recientemente, de ejercer presión pública sobre los propietarios y las autoridades estatales y municipales, a objeto de garantizar la integridad física de la hermosa casa de Doña Dolores Amelia, en el centro de la ciudad, puesta en venta al mejor postor y adquirida finalmente por la Gobernación de Aragua para servir de sede al Instituto de Senología del Estado Aragua (ISENA). La emblemática avenida Las Delicias está vinculada a los recuerdos de infancia y juventud de muchos maracayeros pues es la principal vía de acceso al zoológico, al Hotel Maracay y a las playas de Choroní. En la casa de doña Dolores Amelia funcionó hace décadas el Colegio Lope de Vega, y en sus aulas se formó un gran número de personas que guardan gran estima por este inmueble, razón por la cual suscribieron las diversas comunicaciones dirigidas tanto a las autoridades regionales y locales como a los medios de comunicación, y participaron incluso en la toma simbólica que determinó una decisión favorable a la preservación de este bien patrimonial.





La avenida Las Delicias cuando estaba recién rehabilitada como Paseo Las Delicias (imagen superior), y la Casa de Doña Dolores Amelia (imagen inferior), antes de su rehabilitación como sede del ISENA. Estos dos bienes culturales de Maracay han sido amparados en momentos críticos de su existencia gracias al sentido de identidad y pertenencia de sus habitantes. No obstante ello, los mismos tampoco escapan al deterioro progresivo general de los espacios públicos de la ciudad (Fotos: P.H., ca. 2002?).



En la entrada del 11 de octubre de 2009 hice mención de un proyecto de rescate del centro histórico de Montreal (capital de la provincia canadiense de Québec), desarrollado entre 1995 y 2005 y merecedor de premio internacional por sus exitosos efectos al enfocar sus objetivos y metas en torno a la recuperación del sentido de identidad y pertenencia de sus habitantes mediante el reconocimiento y revaloración de sus edificaciones y sitios públicos. De complejo desarrollo por cuanto requirió el acuerdo y la fusión de varias instancias municipales además de un fuerte financiamiento, la intervención integral de este centro urbano se basó en recuperar el significado de cada espacio de la ciudad, cuyo pasado fue devastado con las sucesivas "conquistas" que padeció por parte de franceses e ingleses. Al identificarse con edificaciones y sitios hasta entonces ignorados y desligados de sus afectos, los habitantes recobraron el orgullo y el amor por su ciudad, y experimentaron un cambio de actitud hacia la misma, todo lo cual ha hecho de Montreal una urbe con mayor calidad de vida y atractiva al turismo internacional.

La clave del éxito en la transformación de Montreal y de sus habitantes fue añadir en lugar de suprimir, así como dar sentido, unidad y coherencia a todas las intervenciones urbanas (recuperación y revalorización de sitios, rehabilitación de plazas, restauración de edificios) mediante una estrategia de promoción de los bienes patrimoniales recuperados.

Nuestra autoridad municipal pone empeño en su aspiración de convertir Maracay en una ciudad vanguardista. La escasez financiera no es, con todo, el obstáculo de mayor peso en el avance exitoso de este esfuerzo. El gran reto, que el propio alcalde pareciera reconocer en sus declaraciones, consiste en lograr un cambio de actitud en la ciudadanía. Es, entonces, en función de ese objetivo que debe revisarse el efecto de las actuaciones sobre los espacios y bienes urbanos hasta el día de hoy: ¿Han contribuido tales actuaciones a su valoración, identificación y apropiación de dichos espacios y bienes por parte de los maracayeros?

He tenido la suerte de estar de visita recientemente y por unos días en Barcelona, la capital de Cataluña. ¿Quién puede decir que esta no es una ciudad que dicta pautas de vanguardismo arquitectónico por lo menos desde el siglo XIX?: basta disfrutar la ovoide Torre Agbar iluminada o contemplarse reflejado en el techo alucinante de Els Encants nou (un mercado de pequeños comerciantes), para mencionar solo dos edificios de construcción reciente que enriquecen con su presencia el perfil urbano de esta ciudad, siempre en movimiento. Pero basta también caminar unas cuantas cuadras para perderse en el laberinto de su barrio gótico, o para descubrir repentinamente los vestigios del llamado Templo de Augusto en el interior del Centro Excursionista de Cataluña, un inmueble intervenido en 1922 por el arquitecto Lluís Domènech i Montaner, o las excavaciones arqueológicas del barrio La Ribera -derribado tras la Guerra de Sucesión (1714)-, hoy musealizadas y protegidas por la magnífica estructura en hierro del antiguo mercado del Borne, instalada ahí mismo en 1876. Y si de reformas se trata, solazarse entonces ante la vista del mercado Santa Catarina, intervenido por Enric Miralles y Benedetta Tagliabue, y que luce una novedosa cubierta, dinámica y multicolor a manera de "naturaleza muerta de frutos y flores" (según su autor, Toni Comella), mientras las fachadas se han conservado intactas (1).




Vistas nocturnas de la Torre Agbar (Jean Nouvel, 2005) y de Els Encants nou (Fermín Vázquez, 2013), imágenes superior e inferior, respectivamente. Els Encants nou es un espacio de sencillo desarrollo: simple, puro y funcional. El énfasis de diseño se centra de hecho en su cubierta especular. Fotos P.H., 2014.




Imagen superior: uno de los tantos callejones del barrio gótico de Barcelona. Imagen inferior: en la calle Paradís puede admirase los restos del Templo de Augusto (s. I a.C.), esquivos al visitante apresurado. Fotos: P.H., 2014  




Vistas de exterior e interior del Mercado del Borne (Josep Fonseré, 1871).  Se exponen dentro, con una atractiva museografía que incluye recursos tecnológicos, los restos del barrio La Ribera, derribado por orden de Felipe V, vencedor en la Guerra de Sucesión (1714), para construir una ciudadela destinada a controlar muy de cerca la ciudad de Barcelona. Fotos: P.H., 2014.




El mercado Santa Catarina, el primer mercado cubierto de la ciudad e inaugurado en 1848, luce su multicolor cubierta en mosaico como resultado de la rehabilitación de la que fue objeto entre 1997 y 2005 (foto superior). Se conservaron sus fachadas originales, y en su interior puede apreciarse vestigios del convento de Santa Catarina, que se levantaba en el mismo sitio y que sufrió el impacto de más de 300 proyectiles durante la Guerra de Sucesión. Un panel ubicado frente a la fachada principal del mercado informa sobre la actuación y vicisitudes del antiguo convento durante la mencionada guerra (foto inferior). Dispositivos museográficos como este se repiten en otros puntos de la ciudad que jugaron papel preponderante en la confrontación. Fotos: P.H., 2014.



Las vialidad urbana honra con frecuencia la memoria de políticos, artistas, magistrados y otras personas locales de profesión diversa. Rosa Sensat (1873-1961), maestra, da nombre a esta calle en La Barceloneta. Foto: P.H., 2014.




El leve rumor del surtidor de esta fuente (no muy diferente en cuanto a dimensiones a la eliminada en la plaza San Cristóbal de Maracay) invita al descanso en els jardins de Rubió i Lluc, al interior del antiguo Hospital de Santa Cruz (s. XV), hoy sede del Instituto de Estudios Catalanes y de la Biblioteca de Cataluña. Foto: P.H., 2014.



Una pinta, en tiza, sobre los antiguos muros de els jardins, transmite un sentimiento que se percibe en cada esquina de Barcelona. Foto: P.H., 2014 


No obstante los posibles problemas que, como todas las ciudades, debe de padecer también Barcelona, pienso que, además de sus singulares edificaciones modernistas, lo que la hace tan particular (por lo menos a los ojos de sus visitantes ocasionales) es el aprovechamiento que se hace de cualquier elemento urbano, aun de apariencia insignificante, en su carácter de testimonio de la historia urbana: ejemplo de ello es el de tres viejas chimeneas, posibles vestigios de una planta generadora de energía, que, en lugar de ser derribadas para dar paso a un edificio administrativo de la compañía REE Eléctrica (ver imagen inferior/ P.H., 2014), han sido incorporadas al mismo como parte de su diseño arquitectónico, con un efecto final que, si no hermoso, es cuando menos interesante. Una vieja y gruesa tubería ha sido también conservada e integrada a las áreas verdes aledañas. Y es que por lo general, tanto en la zona antigua como en la contemporánea, ningún edificio, por humilde que sea, deja de ofrecer algún aporte a la mirada, bien sea de índole estructural, ornamental o urbanística.




El resultado de todo esto es una ciudad que sorprende a la vuelta de cada esquina, que muestra su fascinación por las expresiones de vanguardia pero que reverencia y respeta además las representaciones de su pasado. En fin, una ciudad con encanto, para nada aburrida y con una personalidad inconfundible.

Y, digo yo, salvando las distancias, ¿Por qué no seguir su ejemplo?



NOTA

(1) Wikipedia ofrece información de interés sobre estos sitios y edificaciones, a veces controvertida.



FUENTES

Botello, O. (2007). Toponimia antigua de Maracay: Calles, plazas, esquinas, casas, sitios. Maracay: Concejo Municipal de Girardot.

Instituto del Patrimonio Cultural-IPC. (2006). Municipios Girardot y Francisco Linares Alcántara, estado Aragua. Caracas: IPC. Catálogo del Patrimonio Cultural Venezolano. Región Centro Oriente: AR 03-17.

Pedro Bastidas: “Proyecto Maracay Ciudad Jardín nos llevará a la transformación urbana”. (2014, Junio 12). El Aragüeño [Periódico en línea]. Disponible: http://www.prensaescrita.com/adiario.php?codigo=AME&pagina=http://www.elaragueno.com.ve [Consulta: 2014, Noviembre 13]

Service de l'urbanisme. (1996). Les orientations de développement pour le Vieux-Montréal 1995-2005. Ville de Montréal: Service de l'urbanisme.

Torres, E. (2014, Marzo 05). "Nuestro reto es hacer de Maracay una ciudad vanguardista". El Aragüeño [Versión digital]. Disponible: http://prensadigitalvenezolana.wordpress.com/2013/03/05/nuestro-reto-es-hacer-de-maracay-una-ciudad-vanguardista/ [Consulta: 2014, Noviembre 13]


5 comentarios:

  1. ¿Por qué los venezolanos no podemos ser así?

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  2. ¡Es la pregunta que también me hago, Alí! Gracias por tu participación.

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  3. No te quiero ni contar de mi tristeza en mis dos últimas visitas a Maracay y ver el Teatro de la Ópera en ruinas...

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  4. Mi marido dice ante los carteles "el gobierno tal .. lo está restaurando"… "ellos mismos lo echan abajo y ellos los reconstruyen" que yo sepa ha sido el mismo gobierno siempre… lo típico, vamos.

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  5. Pues sí, Claudia... ¿Qué puedo decirte que ya no sepas? Solo que parece que pronto tendremos de vuelta nuestro teatro, después de la desastrosa intervención que sufriera durante la anterior administración del gobierno regional. Rescato de esa triste etapa la acción de un grupo de ciudadan@s que, reunidos bajo el lema ¡Devuélvannos el TOM! (que identifica también una concurrida página en facebook) nos congregamos, a lo largo de tres años, a las puertas del teatro para dedicarle una serenata cada domingo, manifestando nuestra inconformidad y ejerciendo presión a las autoridades públicas involucradas. Pienso que el esfuerzo del grupo tuvo un efecto diferido, ya que después de haberse convertido en una piedra en el zapato de dichas autoridades, luego de su relevo, la recuperación del teatro se constituyó en estandarte de las que las sustituyeron: un buen ejemplo de ejercicio de la corresponsabilidad ciudadana que señala la Constitución vigente.

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