En el año centenario de su inauguración.
Señala Ruiz Montejo (1991) que hasta la primera mitad del siglo III d.C. no se conoce manifestación alguna de arte cristiano. Adelanta como posibles razones la posición iconoclasta de los Padres de la Iglesia por prescripción bíblica, así como la dificultad inicial de expresar mediante la materia contenidos de carácter trascendente. El cristiano primitivo provenía sin embargo de un pasado pagano, en el que la vinculación con los dioses se realizaba a través de la manifestación artística, lo cual supondría una actitud popular generalizada que deseaba ver en imágenes los personajes y los acontecimientos propios de la novel religión que se abrazaba. Dicha actitud popular y las propias necesidades de catequesis llevan a la Iglesia a adoptar el simbolismo como vía de expresión plástica. Recurre entonces a imágenes paganas cuyas connotaciones morales fuesen congruentes con las cristianas, a fin de poder considerarlas propicias para adecuarlas a nuevos contenidos. Símbolos, mitos y representaciones diversas de deidades de las antiguas religiones sustituidas, así como pasajes y episodios bíblicos constituyeron entonces la materia prima para la iconografía cristiana.
A lo largo de su historia, el cristianismo experimentará disensiones y cismas que determinarán actitudes diversas frente a la imagen religiosa, así como la adopción de formas expresivas propias. El catolicismo ha sido sin duda un medio fructífero para la evolución y enriquecimiento iconográfico mediante el usufructo, recreación y diversificación de signos, símbolos y alegorías. Las representaciones de la Virgen María en sus numerosas advocaciones y las de los personajes del amplio santoral católico constituyen muestra fehaciente de esta afirmación.
Jesús, María y José
Aun cuando estos personajes se encuentran estrechamente relacionados, en La Primavera los tres aparecen solo una vez en una misma representación escultórica. Abundan en cambio las imágenes de María con su pequeño hijo, en tanto que son menos frecuentes y variadas aquellas en las que José se encuentra acompañado por Jesús Niño. En la entrada a este blog del 26 de abril de 2015 se abordó el tema sobre las diversas representaciones de Jesús en el cementerio maracayero. En la presente entrada se aborda el relacionado con María y José y sus representaciones más comunes en el referido recinto funerario.
María. Señala Thurston (s.f.) que la devoción a
Entre las numerosas advocaciones de la Virgen María , sin duda la de mayor presencia en La Primavera es la de Nuestra Señora del Carmen -también conocida como Virgen del Carmen- por razones tal vez vinculadas al relato de su aparición a San Simón Stock, el 16 de julio de 1251, a quien la Virgen habría prometido liberar del Purgatorio a aquellos que vistiesen el escapulario durante toda su vida, para llevarles al cielo el sábado siguiente a su fallecimiento. Iconográficamente se representa por lo general a la Virgen del Carmen coronada, cargando con su brazo izquierdo al Niño Jesús y portando en su mano derecha el escapulario, símbolo del hábito carmelitano y de la salvación eterna. La Virgen está además cubierta por un manto que simboliza la protección de María a la Orden. El Niño, también coronado, sostiene en su mano izquierda el Orbe (símbolo del dominio de Cristo sobre el mundo) o un escapulario, mientras adelanta su mano derecha en actitud de bendecir, aunque suele portar en ésta otro escapulario.
De las diversas imágenes de esta advocación mariana que subsisten en La Primavera , es representativa una aportada por la firma F. Roversi M. Elaborada en mármol y con dimensiones de 1,35 m . x 0.50 m . x 0,37 m ., la imagen se emplaza sobre un cipo pedestal de 1,50 m . de altura en un monumento dedicado a la memoria de Victoria de Maldonado, fallecida en 1953. Se trata de una escultura que denota el dominio técnico de su productor, así como una gran riqueza en el detalle, expresada fundamentalmente en la vestimenta de la Virgen. El Niño parece haber perdido el Orbe en su mano izquierda.
Tres estelas con representaciones de la Virgen del Carmen poseen también méritos para ser incluidas en la presente relación. La primera estela posiblemente data de 1941 y ha sido comentada con anterioridad al tratar el motivo de las figuras angélicas (ver entrada del 19 de diciembre de 2010). Cabría agregar, en cuanto respecta a la advocación mariana, que se trata de un altorrelieve de una sobriedad y calidad técnica que hacen pensar en el arte renacentista.
La segunda estela preside la tumba de Manuel Udis, fallecido en 1947. En ella se representa a la Virgen y el Niño con trazos rudimentarios y sin guardar proporciones precisas. Más que remitir tal representación a un período determinado de la historia del arte, ésta brinda a las imágenes una intencionada impresión de creación popular.
La tercera estela se encuentra sobre la tumba de Hermelinda Prado, fallecida en 1951, y muestra un medallón moldeado en pasta figurando un altorrelieve de María y su Hijo, que llama la atención tanto por su delicadeza en el trazado como por el hecho, poco común en
Más escasamente se encuentra representada en
Esta obra versiona una pintura anónima del siglo XIV o XV, y en ella se han suprimido tanto los caracteres griegos que hacen mención a
La advocación de la Inmaculada Concepción tiene notoria presencia en una escultura en mármol, hoy desprendida y desplazada de su base, perteneciente a una plataforma (s.i., s.f.) que se ubica en el sector sur del cementerio. Esta obra posee atractivo por la recatada y apacible figura de la Virgen, quien, según el canon iconográfico consolidado en el arte barroco del siglo XVII, se encuentra representada pisando la serpiente de la tentación en señal de su victoria sobre el pecado original. Atrae asimismo por la gran delicadeza de su factura, la cual parece subrayar la noción de pureza que caracteriza esta advocación.
En
Esta advocación se ubica en la categoría de
Dentro de la iconografía mariana,
El tema del Niño Jesús del Corazón llegó a América a fines del siglo XVII junto con la versión adulta y fue objeto de especial fervor entre los fieles criollos por la misericordia que en ellos despertaba la presencia de los signos de
Todavía tres obras deben señalarse en esta reseña sobre la colección de objetos con iconografía mariana de
La segunda está realizada en piedra artificial, es de gran formato (2,50 m . x 0,89 m . x 0,80 m .) y está firmada por Mario Giurlani. Ha sido dedicada a la memoria de María Cristina Vargas de Medina, fallecida en 1936, y representa a la Virgen de rodillas besando a su Hijo que está dormido. Dicho gesto la ubica dentro del tipo Glycofilusa o dulce amante (Educa s.f., op. cit.), así como de la categoría de Virgen Entronizada y de Ternura. Esta representación más humanizada de la Virgen sucedió a la de la Virgen de Majestad que predominó en el arte del siglo XII, y favorece posturas menos hieráticas de la madre de Jesús (La Virgen de Ternura, s.f.). Aparte del libre tratamiento que se hace del tema en esta creación contemporánea, llama la atención que Giurlani haya representado dormido al Niño Jesús, una de las características de la iconografía de las Vírgenes del Rosario manieristas (Lara, 2007). Ninguna otra señal aparte de ésta, por lo demás posiblemente circunstancial, permite sin embargo asociar la obra de Giurlani a dicha advocación.
La tercera obra (s.i., s.f.) no sólo es de autor anónimo sino de carácter críptico, hasta el punto de no poder darse por seguro que se trate de una representación mariana. Apenas esbozada la figura a partir de la forma original de un canto rodado, el autor ha delineado -mediante incisiones precisas- y realzado en negro los rasgos del rostro, las manos en actitud de oración a la altura del pecho, los pliegues en las mangas de su túnica, y finalmente, una estrella y una cruz. En su concepción minimalista, la imagen podría también representar a una santa o una beata. Importa sin embargo ese producto elaborado con destreza y no poca sensibilidad. Vistos como símbolos, la estrella y la cruz remiten a las nociones de nacimiento y muerte, de principio y fin, las cuales despejan en esta pequeña pieza (0,35 m . x 0,23 m . x 0,23 m .) cualquier primera impresión de ingenuidad
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San José. La iconografía josefina se remonta al menos al siglo III d.C., cuando el santo aparece ya representado en algunos relieves de sarcófagos junto a la Virgen María , y más tarde formando parte de episodios navideños o bien en calidad de acompañante no imprescindible de la Virgen y el Niño en el tema de la Sagrada Familia. Pero es a partir del siglo XVI cuando el culto a San José se consolida y propaga gracias al impulso de Santa Teresa de Jesús y de los Carmelitas Descalzos, quienes potenciaron su papel de Padre de Jesús en la tierra y representación material del Padre Eterno (Abades y Cabaco, s.f). A partir de ese momento San José va posicionándose como uno de los santos de culto más populares y adquiriendo un papel más preponderante en sus representaciones, sobre todo en el barroco (siglos XVII-XVIII), cuando su aspecto se ajusta más a la realidad histórica, al pasar a figurar, de anciano, a varón adulto en plenas facultades físicas e intelectuales. Una de las representaciones más difundidas desarrolladas en esta etapa de la iconografía josefina es la de San José con el Niño en brazos, en su papel de padre protector y conductor, mientras en su mano derecha sostiene una vara o un báculo con azucenas florecidas, que por lo demás constituye su atributo tradicional, en señal de su condición de carpintero, de varón casto y designado por Dios para desposar a la Virgen. En el cementerio La Primavera destaca un mármol (s.i., s.f.) de buena factura con esta modalidad de representación, la cual, por cierto, parece haber sufrido graves fracturas y reparaciones domésticas que, por fortuna, no han afectado su valor de manera significativa. A diferencia de otras imágenes josefinas presentes en el cementerio maracayero, a su calidad artística se agrega el acento dado a la gestualidad de ambos personajes, la cual logra transmitir una especial carga de afecto mutuo.
Es de destacar por otra parte el hecho de que el Infante es aquí representado abrazando la cruz, probable muestra de lo que Henares Paque (op. cit.) hace referencia como composición pasionista en la iconografía barroca del Niño Jesús:
Se intenta plasmar en este tipo [de composición] la presencia del sufrimiento en la misma infancia de Jesús como aceptación de su martirio para la redención del género humano, con una serie de visiones premonitorias extraídas tanto de los Evangelios Apócrifos, como los creados por la piedad popular, las inspiraciones de los místicos y la tradición medieval. El pequeño Jesús presiente el martirio de la cruz que le espera, consumando así su oblación y misión redentora. Muestra, juega, abraza, se hiere o bendice los atributos del martirio como si estuviera ya sufriendo sus consecuencias, que con melancolía, pero con seguridad y aceptación, aluden a un destino trágico marcado por la representación del Niño en el mismo comienzo de su final, alejado de las alegrías propias de la edad pueril (s.n./p.).
En La Primavera no se ha detectado la existencia numerosa, y mucho menos variada, de composiciones pasionistas con la figura de Jesús Niño. Es posible incluso que hayan sido señalados en esta entrada los casos más notables, incluyendo los que pudiesen permanecer aún sin registro en este cementerio.Todas las obras comentadas son además de carácter erudito. Merece, no obstante, la inclusión en esta reseña de todavía otra obra que podría pertenecer a esta tipología, esta vez de carácter popular, en la que una figura infantil también abraza la cruz. Se trata de una pieza escultórica moldeada en hormigón e intervenida con colores diversos, ubicada sobre un cipo pedestal del mismo material que preside lo que tal vez sea la tumba de un pequeño difunto o difunta. Aun cuando sea difícil asegurar que dicha figura pretenda ser una representación del Niño, puede que esté relacionada con el mismo asunto de las obras antes señaladas, o que al menos haga referencia a Lucas 9, 23 ("El que quiera venir detrás de mí que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz cada día y me siga"), versículo que "da fundamento a la visión católica sobre el Sufrimiento" (¿Por qué los católicos...?, s.f., s.n./p.). Acaso pueda también aplicarse el mismo razonamiento para la pequeña figura alada que abraza la cruz en la tumba del subteniente Gabriel Acosta Gil y de su probable pequeña hija (posiblemente fallecidos en 1957), y que ha sido identificada como ángel niño en la entrada a este blog del 19 de diciembre de 2010 (Arte Funeraria: Ángeles).
NOTAS
[1] En su capítulo sobre el arte medieval, y en relación a la pintura a partir del siglo X d.C., Educa (s.f.) señala lo siguiente: ..."Respecto a la Virgen surge la tipología que responde a motivaciones teológicas y que ha de influir poderosamente en todo el arte medieval. La Virgen Kiriotissa, o Nikopaya o hacedora de la victoria, tiene al Niño de frente, pues ella es el trono de la Sabiduría; la Blachernitissa, tiene al Niño en su seno dentro de una aureola; la Hodigitria, señala al Niño como camino de salvación; la Glycofilusa, o dulce amante, juega o acaricia al Niño; la Galactotrofusa alimenta al Niño; y la Theotokos, o Madre de Dios, ofrece al Niño una fruta o una flor, como nueva Eva" (s.n./p).
[2] Todas las fotos de esta entrada fueron tomadas por Pedro Hernández S. entre 2009 y 2010.
FUENTES
Abades, J. y Cabaco, S. (s.f.). Patriarca San José. La Hornacina [Revista en línea]. Disponible: http://www.lahornacina.com/dossiersanjose.htm
Cabaco, S. (s.f.). Auxilium Christianorum: La iconografía de María Auxiliadora (I).
Cruzado, A. (s.f.). La representación iconográfica de
Educa. (s.f.). Unidad IV. El arte medieval. Disponible: http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:3yTm6rcsL2IJ:ies.victoriakent.fuenlabrada.educa.madrid.org/Departamentos/GeografiaHistoria/ARTE/Unidad%25204%2520El%2520arte%2520medieval.htm+&cd=2&hl=es&ct=clnk&gl=ve
Henares Paque, V. (2008, Abril 4) a. La iconografía de la imagen exenta del niño Jesús en el arte colonial hispanoamericano: Apuntes para su clasificación. AFHC [Boletín en línea], 35. Disponible: http://afehc-historia-centroamericana.org/index.php?action=fi_aff&id=1875
Lara, C. (2007, Octubre 5). Historia y tradición de las fiestas de
¿Por qué los católicos presentan a Jesús sobre una cruz?: ¿Acaso no ha resucitado?. (s.f.). Disponible:
Ruiz Montejo, I. (1991). El nacimiento de la iconografía cristiana. Cuadernos de Arte e Iconografía [Revista en línea], 4(7). Disponible: http://www.fuesp.com/revistas/pag/cai0701.html
Thurston, H. (s.f.). Devoción a
Ayer precisamente estuve en Maracay y me dí cuenta que hay algunas cosas valiosas que, no sé por qué, han sido derribadas...Pero menos mal que hay una plataforma para denunciar y advertir al respecto. En cuanto a la entrada, me impresionó la escultura donde solo se modificó un poco la piedra
ResponderEliminarAsí es, Alí. La verdad es que los esfuerzos de salvaguarda no faltan, y el estar alertas debe ser una actitud continua y permanente por parte de los ciudadanos... Aún así, la liebre salta por algún lado y de pronto te encuentras con sorpresas desagradables.
EliminarLa verdad, una pena que nunca se me hubiese ocurrido vistar ese cementerio mientras vivía allá, la verdad es que has rescatado con gran erudición una buena cantidad de obras hermosas. Un trabajo sorprendente, Pedro, el que haces en este blog.
ResponderEliminarLa idea y el esfuerzo de mantener activo este blog han sido fundamentalmente para despertar interés en el patrimonio cultural y sus incontables manifestaciones materiales e inmateriales, y sobre todo para crear conciencia acerca de su valor y de su necesario resguardo. ¡Menudo objetivo! Tu comentario me hace pensar que tal vez haya sido capaz de avanzar un poquitín en la quijotada. ¡Gracias por tu espaldarazo anímico!
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