Durante la madrugada del domingo 4 de septiembre de 2011, a orillas del lago Tacarigua en el sur de la ciudad, hubo un intento robo de la estatua en bronce del Cacique Maracay. Aunque la pieza fue rescatada de las aguas lacustres, ésta no escapó ilesa. Sin uno de sus brazos, aguarda su reubicación – esperemos que luego de ser restaurada- en un sitio más cercano al tráfago citadino, en procura de su vigilancia y mantenimiento. Una réplica sustituirá el pedestal-fuente que durante 54 años sostuvo la escultura, y sin el cual el monumento al mítico personaje resultaría desvirtuado. Queda en el aire el destino del pedestal-fuente original, asunto que también debería ser objeto de interés por parte de los organismos competentes.
Esta reciente agresión al patrimonio de los maracayeros es en gran parte producto del descuido y la inconsciencia con que las autoridades y los ciudadanos tratamos la estatuaria y el equipamiento urbanos (esculturas, fuentes, luminarias, bancos, rejas, jardineras, papeleras y otros elementos decorativos y utilitarios), cuyo propósito es no sólo rendir homenaje a hechos y personajes de nuestra historia (esculturas, placas de identificación y monumentos), sino también y sobre todo pretender hacer más grato – mediante el orden y el disfrute estético- el espacio en que hacemos vida, con frecuencia hostil en ciudades de alta densidad poblacional y bajo nivel de organización.
No escasean en Maracay los casos de obras perdidas o fuertemente lesionadas. Dados el número y gravedad de estos casos no ha bastado una sola entrada para agotar el tema, y, para no aburrir ni angustiar en demasía -que no es la idea-, ésta será la última, a no ser que otro suceso como el del monumento al cacique Maracay obligue la reincidencia.
También a orillas del lago Tacarigua, otro monumento parece haber comenzado a perder su pelea contra el abandono que ha sufrido por parte de las instituciones responsables de su salvaguarda: el conjunto escultórico conocido como “Plaza Tacarigua” y declarado Monumento Histórico Nacional en 1987. Al igual que las obras de Marisol Escobar y de Alejandro Otero, esta plaza constituye un privilegio para Maracay porque reúne un inusitado número de obras de Alejandro Colina, realizadas hacia 1933 y representadas por figuras y relieves antropomórficos y zoomórficos, presentes como esculturas o como elementos integrantes de fuentes, materos, asientos, cenefas y luminarias. A ello se agrega el magnífico panorama del lago que puede contemplarse desde su elevado emplazamiento.
Secuencia de fotos de la Plaza Tacarigua tomadas entre 2001 y 2011. P. Hernández; IPC 2006.
Sin embargo, y contra toda costumbre conservacionista de la institución militar, bajo cuya jurisdicción se encuentra, entre 2001 y 2011 ha tenido lugar un notable deterioro del sitio, el cual se refleja en el descuido de las áreas verdes y en la destrucción del mobiliario, sobre todo de los asientos y de las luminarias, algunas de las cuales han perdido además sus magníficas pantallas estilo déco, confeccionadas con la técnica de vitral.
Vistas de deterioro de elementos del conjunto escultórico de Alejandro Colina (1933 ca.). Fotos P. Hernández 2011.
Otras obras muestran a diario su estado lamentable y su desamparo, como una agazapada lección de indolencia que sin notar aprendemos los que cotidianamente pasamos a su lado. Para muestra un botón: varios meses han transcurrido desde que colapsara (quizás por error de diseño) una creación de Rafael Martínez (1999?), ubicada en el cruce de las avenidas Universidad y Ramón Narváez, sin que hasta la fecha la Alcaldía de Girardot, propietaria de la misma, haya dispuesto su retiro.
Obra de R. Martínez. Fotos P. Hernández (2011).
Un pedestal vacío será siempre una visión menos vergonzante y pervertidora. Y es que, ¿qué ejemplo se está dando a la ciudadanía si no es el de la desvalorización, la irresponsabilidad y la negligencia sobre los bienes públicos, que también le pertenecen?
Es posible que dicho ejemplo, acaso ya interiorizado en nosotros, explique nuestro frecuente silencio acerca de la triste condición de muchos de estos bienes a lo largo y ancho de Maracay, y lo que es peor, acerca del maltrato irreflexivo del cual ellos son objeto por parte de los propios habitantes de la ciudad, tal como viene ocurriendo, a la vista de todos, con otra obra emblemática: el toro de Las Delicias.
El Toro de Las Delicias sobre su pedestal original (foto B/N). Dicho pedestal fue sustituido posteriormente por otro de mínima altura (foto a color). Ambas imágenes han sido extraídas de Maracay Forever.
Al parecer, tiende a convertirse en tradición de fin de carrera universitaria la vejación de esta hermosa creación del escultor francés Isidore Bonheur: una imagen dice más que mil palabras.
Insólita celebración de fin de carrera (2007 o 2008), en la que la emblemática figura del Toro de Las Delicias pareciera servir de víctima propiciatoria. Foto extraída de Maracay Forever e intervenida por P. Hernández (se ha protegido la identidad de las personas participantes en la celebración, pues lo que interesa es documentar la agresión contra nuestros bienes patrimoniales por parte de los propios ciudadanos, quienes deberíamos velar más bien por su salvaguarda).
Otra forma de agresión, de índole esencialmente urbana, ocurre bajo el ropaje de lo que se considera una expresión artística contestataria: el grafiti. Lamentablemente, la presencia repentina y anónima de los grafitis ha pasado de las paredes impolutas de las viviendas y de los edificios públicos a la delicada superficie de las obras de arte expuestas en las calles, con el consecuente deterioro de su calidad artística y del entorno donde se encuentran. Aparte de la degradación de la calidad de vida que tales acciones conllevan, la costosa recuperación de las obras irrespetadas resta posibilidades de inversión en el resguardo de otras.
Vista parcial del conjunto escultórico "Parque Virtual", de J.J. Moros (1999), declarado en 2000 Patrimonio Artístico de la Ciudad por la Alcaldía de Girardot y hoy intervenido con grafitis. Este conjunto ya había sido recuperado dos veces por el mismo motivo. Foto P. Hernández (2011).
Sin duda éstos son asuntos sobre los que las autoridades y los ciudadanos debemos reflexionar largo y tendido… ¡y con urgencia! De lo contrario, apaguemos la luz, y a otra cosa.
FUENTES:
Instituto del Patrimonio Cultural. (2006). Municipios Girardot y Linares Alcántara, estado Aragua [Catálogo del Patrimonio Cultural Venezolano. Región Centro Oriente: AR 03-17]. Caracas: Autor.
Maracay Forever. (2008?). [Página Web en línea]. Disponible: http://www.facebook.com/group.php?gid=7923738725 [Consulta: 2011, Septiembre 7].
ACTUALIZACIÓN INFORMATIVA:
Padilla, E. (2016, Noviembre 15). Pueblo aragüeño pide reapertura de la Plaza Tacarigua. El Aragüeño [Versión digital]. Disponible: http://elaragueno.com.ve/region/pueblo-aragueno-pide-reapertura-de-la-plaza-tacarigua/
“Algo está fallando”, escribe Agustín Santana al advertir que el ciudadano en general no conoce el Patrimonio que le identifica como miembro de una comunidad, razón que impide vivirlo como propio y convertirse en su protector y transmisor. Dicho autor aboga por una comprensión del bien patrimonial integrado en un territorio, contextualizado y compatible con múltiples usos. Bajo tales principios se desarrolla este blog, que aspira enriquecerse con la participación activa de sus lectores.
martes, 20 de septiembre de 2011
Monumento al Cacique Maracay o el calvario silencioso del patrimonio artístico urbano (III)
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