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lunes, 4 de mayo de 2015

El Vergel: nueva víctima del vandalismo cultural institucionalizado.


A inicios de la década de 1990, una telenovela logró paralizar Venezuela diariamente a la hora de su emisión; se intitulaba "Por estas calles" y devino en clásico del género. Eudomar Santos es tal vez el personaje más recordado: un joven de extracción popular, saleroso y entrador, y, sobre todo, dueño de un habla abigarrada y simpatiquísima. Un refrán resumía la filosofía de su vida: "Como vaya viniendo, vamos viendo". Ninguna otra expresión podría describir de manera más precisa esa existencia improvisada, un tanto pícara y del todo irresponsable, del referido personaje.

Veinticinco años después, el refrán de Eudomar pareciera estar arraigado más profundamente que nunca en nuestro inconsciente, y para colmo, también en el corazón de nuestras autoridades municipales.

En anterior oportunidad se ha hecho referencia a lo que se da en llamar vandalismo cultural, que en términos generales identifica la destrucción o daño (a veces irreversible) de bienes materiales o inmateriales de interés cultural, por motivaciones religiosas, ideológicas, políticas, económicas o sociales. Cuando dicho daño es consecuencia de decisiones o de descuido por parte de la administración pública, se habla entonces de vandalismo cultural institucionalizado. Maracay está llena de ejemplos de vandalismo cultural, incluyendo el de las "casas inglesas", recientemente abordado en la entrada a este blog del 19 de abril de 2015.

Dicha entrada se desarrolló sobre la base de una buena noticia: la presunta [1] aunque tardía declaratoria como patrimonio de Girardot de las casas inglesas atrás mencionadas, un conjunto habitacional construido hacia 1930 a objeto de alojar a los trabajadores de la Fábrica de Aceites de Maracay (creada en 1927), y que en el transcurso de los años acusó serio abandono y vino siendo objeto de radicales intervenciones.


Aspecto original del conjunto de viviendas "Casas inglesas" (1929-1930 ca.) frente a la entonces placita "19 de diciembre", hoy sustituida por el Bulevar Pérez Almarza.

Aspecto actual del conjunto, lamentablemente modificado a causa de intervenciones caprichosas e inadecuadas (foto P.H.S., 2015).

La noticia en cuestión fue publicada en El Aragüeño (Avanza rehabilitación...) el 21 de marzo de 2015, y en Ciudad Maracay (Continúa rehabilitación...) al siguiente día. Aunque en realidad la nota de prensa se centraba en la rehabilitación del bulevar, en ella se señalaba lo siguiente: "Este proyecto de Rehabilitación Integral también incluyó la recuperación de la fachada del Mercado Principal, ubicado en la calle Santos Michelena cruce con bulevar, y gracias al cumplimiento de las normativas del Instituto de Patrimonio Cultural, se recuperaron las fachadas como en la época de los 80 y 60, las cuales habían sido tapadas por láminas con anuncios publicitarios. De igual modo, las casas inglesas, ubicadas entre las calles Boyacá y Santos Michelena también fueron recuperadas y declaradas patrimonio de Girardot" (subrayado nuestro).

La nota (cuya fuente es Prensa Alcaldía Girardot, según indica Ciudad Maracay) identifica como portavoz de la buena nueva a la Directora de Planificación Urbana, nada más y nada menos que la responsable de la instancia municipal encargada de conducir la evolución ordenada y coherente de la ciudad, y de velar por el cumplimiento de las disposiciones legales pertinentes.

El dato sobre la declaratoria en cuestión es además refrendado mediante la disposición, en mitad del tramo Boyacá-Santos Michelena del bulevar, de un atractivo anuncio informativo, que recuerda la antigua costumbre de fijar carteles en los sitios públicos para dar a conocer los edictos de la autoridad.



Debe aclararse aquí que el Mercado Principal de Maracay es Monumento Histórico Nacional desde 1994 y está por tanto amparado mediante una ley específica, de manera que cualquier agresión evidente hacia su integridad física debería encontrar respuesta inmediata, y tal vez contundente, de parte del Instituto del Patrimonio Cultural (IPC) y de los propios ciudadanos. Las "casas inglesas", por su parte, habían adquirido oficialmente carácter patrimonial desde 2006, una vez publicado el catálogo del Primer Censo del Patrimonio Cultural Venezolano que las incluye y que determina su amparo mediante una Providencia Administrativa (IPC, 2006). En tal sentido, la declaratoria municipal de este conjunto habitacional es cuando menos redundante; pero, siendo el catálogo un instrumento legal todavía subestimado, ha resultado sin duda conveniente para las casas subsistentes que la Alcaldía las "adoptase" y asumiese directamente su resguardo.


Por aquello de que, así como se critica las actuaciones erradas de la administración pública también deben ser reconocidas las buenas, en la entrada del 19 de abril manifesté de buena fe mi satisfacción sobre la declaratoria debido a la conveniencia que he señalado en el párrafo precedente. Debo en cambio y por desgracia reconocer que mi entusiasmo fue excesivo al considerar que este acto reivindicatorio de la municipalidad podría constituir el inicio de una política de salvaguarda de otros conjuntos urbanos de interés patrimonial, hoy día en alto riesgo de ser desvirtuados o destruidos mediante intervenciones similares a las sufridas por las casas inglesas. Presumía yo que la Alcaldía de Girardot, por intermedio de su flamante Dirección de Planificación Urbana, demostraba al fin con este acto que había adquirido conciencia sobre la significación del patrimonio de la ciudad y sobre la necesidad perentoria de elaborar e instrumentar un plan integral de resguardo y puesta en valor del mismo.

¡Craso error el mío! ¡Apenas un mes después del notición sobre la declaratoria como patrimonio de Girardot de las casas inglesas, me encontré de manera casual con la desagradable sorpresa de que El Vergel, la casa de infancia del reconocido escritor maracayero Isaac Chocrón, que sirvió de argumento a la última de sus novelas (ver entrada a este blog del 6 de noviembre de 2011) y que forma parte del conjunto urbano conocido como Barrio Catalán, vinculado a la historia industrial de Maracay, se encontraba en proceso derribo!

Vista general de las quintas del Barrio Catalán sobre la actual calle Soublette (dec. 1930?), la segunda de derecha a izquierda es El Vergel. Imagen extraída de la página FB Maracay: Sólo su pasado histórico, y subida por M. Figuera.

Vista parcial de la primera y segunda (El Vergel) quintas sobre la calle Soublette, contadas de derecha a izquierda. Foto P.H., 2013.


Aspecto de El Vergel en 2007. Foto tomada por P.H.S. en ocasión del homenaje que la Fundación Pie de página hiciera a Isaac Chocrón para el bautizo de su novela en Aragua.

Vista panorámica hacia el sector suroeste de Maracay (donde se ubica el Barrio Catalán), tomada en noviembre de 2014 desde la terraza del Centro Comercial Estación Central, recientemente desarrollado en las antiguas instalaciones de Telares de Maracay, industria a cuya historia el barrio se encuentra estrechamente vinculado. Se divisa al fondo El Vergel, aún íntegro y relativamente conservado.

Lamentable, y desde todo punto vista insólito, aspecto actual de El Vergel, en pleno proceso de derribo. Foto: P.H.S., 23 de abril 2015.


De inmediato dí parte del hecho a la Coordinación de Patrimonio Histórico de la Gobernación de Aragua y fui informado de que unos días antes habían recibido la denuncia al respecto, ante lo cual procedieron a realizar en el lugar la inspección correspondiente. La sorpresa mayor -y ciertamente decepcionante- fue encontrar que la empresa que efectuaba el trabajo disponía de una autorización debidamente oficializada por parte de la Dirección de Planificación de la Alcaldía de Girardot para la demolición total del inmueble. Para colmo, El Vergel se echaba abajo para construir en su lugar un local de panadería. Con ello no solo se rompía la homogeneidad del conjunto urbano, sino que probablemente la sustitución, como ocurrió con las casas inglesas, daría lugar a otro edificio que nada aportaría al perfil urbano.

Hechas las advertencias pertinentes a la empresa que efectuaba el derribo, ¡y a la propia Alcaldía de Girardot!, acerca del carácter de bien patrimonial de todo el conjunto urbano, la Coordinación de Patrimonio Histórico logró la paralización de los trabajos con el decisivo apoyo del IPC. Conversaciones posteriores derivaron en el acuerdo de que el inmueble será recuperado respetando su estilo original (bajo parámetros del IPC y de la Coordinación de Patrimonio) y mantenido como casa de habitación del propietario.  

Esta pifia de la Dirección de Planificación de la Alcaldía de Girardot es consecuencia grave del empeño (a todas luces soberbio e irresponsable) de esta instancia en desconocer el Catálogo del Patrimonio Cultural Venezolano como instrumento legal de estricto conocimiento y aplicación, donde además se identifica y describe de manera explícita cada uno de los bienes inmateriales y materiales sujetos de resguardo. El Barrio Catalán aparece reseñado en las páginas 59 a 60 del catálogo correspondiente al Municipio Girardot del estado Aragua, el cual es de libre acceso por la Internet para toda persona (natural y jurídica) que quiera revisarlo (http://www.ipc.gob.ve/images/stories/mapa/RegionCentroOriente/Aragua/Girardot.pdf) .

La agresión ocurrida contra El Vergel no tiene por tanto excusa alguna, y a mi muy personal modo de ver, debe ser objeto de una severa sanción a las partes involucradas.

Solo queda esperar (sin dejar de estar alertas) que, luego de este bochornoso caso, la Dirección de Planificación Urbana deje de emular al simpático Eudomar y se tome en serio la tremenda responsabilidad que corresponde a su misión institucional. Ha llegado la hora en que dicha Dirección se dedique a revisar detenidamente el catálogo y a diseñar un plan de acciones de resguardo y puesta en valor del patrimonio urbano de Maracay. De este modo también se encontrarán debidamente preparados para dar respuesta adecuada y coherente a las solicitudes de permiso de intervención de los numerosos y variados bienes que conforman dicho patrimonio.  


NOTAS

[1] Hasta la fecha no ha sido posible localizar la oficialización en gaceta de dicha declaratoria.



FUENTES

Avanza rehabilitación del Bulevar Pérez Almarza. (2015, Marzo 21). El Aragüeño [Versión digital]. Disponible: http://www.prensaescrita.com/adiario.php?codigo=AME&pagina=http://www.elaragueno.com.ve

Continúa rehabilitación del bulevar Pérez Almarza (2015, Marzo 22). Ciudad Maracay, p.3

Instituto del Patrimonio Cultural-IPC. (2006). Municipios Girardot y Francisco Linares Alcántara, estado Aragua: Catálogo del Patrimonio Cultural Venezolano. Región Centro Oriente: AR 03-17. Caracas: IPC, pp. 59-60; 90.

Pérez Contreras, Z. (2014, Mayo 21). Maracay, industrias agropecuarias del general Juan Vicente Gómez. En. Historias de Maracay: Tiempos de la ciudad. Disponible:

domingo, 6 de noviembre de 2011

ISAAC CHOCRÓN, maracayero


Apenas despuntando este domingo, murió Isaac Chocrón (n. Maracay, 1930) (1).

Ausente por años de su ciudad natal, la Asociación Civil Pie de Página le homenajeó en 2007, en ocasión de la reciente publicación de su novela El Vergel (2005) por el Grupo Editorial Random House Mondadori, y para la cual organizó un bautizo en la Biblioteca Pública Central de Maracay "Agustín Codazzi".



Tuve el honor de haber sido uno de los invitados a compartir el podio con el homenajeado, para quien escribí y leí el siguiente texto:



(Acto en homenaje a Isaac Chocrón en la BPC "Agustín Codazzi" de Maracay, el 24 de febrero de 2007. Foto extraída de IPC, 2006).


Empiezo por decir que mi presencia en este panel organizado por la Asociación Civil Pie de Página, a quienes quiero agradecer la deferencia, obedece menos a mis dotes de crítico literario que a mi afición al conocimiento y la defensa del patrimonio urbano maracayero: el hilo conductor de esta biografía novelada –o si se quiere novela biográfica- de Isaac Chocrón es El Vergel, la idílica quinta donde vivió el escritor hasta los siete años, y que forma parte del conjunto urbano conocido como Barrio Catalán, registrado en el Preinventario de bienes inmuebles del estado Aragua (IPC-FUNDACITE ARAGUA2001) y en el Primer Censo del Patrimonio Cultural Venezolano (IPC2006), en razón de lo cual es sujeto de una Providencia Administrativa (2) que debería impedir su desaparición e incluso su intervención inadecuada.




(Aspecto actual de la quinta El Vergel. Foto P.H., 2007).


Quiero asimismo manifestar mi agrado ante la presencia de Isaac Chocrón –maracayero de nacimiento-, a pesar de su lista de “jamases”, en las que incluye …“la presentación de un libro, con bautizo de pétalos de rosas esparcidos sobre el volumen…” (3) ¡Bienvenido!


Entrados en materia, me preguntaba cómo abordar el asunto patrimonio urbano en el contexto de la obra literaria que es causa de esta reunión: hablar así como así de una casa que da nombre a una novela y que sólo tal vez interese a quien allí viviera por corto tiempo y a uno que otro enamorado de esta ciudad casquivana, no dejaba de traer a mi memoria el cuento del que da vuelta en el examen al tema de la vaca para poder exponer el del gusano, que es el que en realidad conoce.


Alejando de mí la tentación de la picardía, ese casi como deporte nacional nuestro, procedí a conseguir la obra y a leerla atenta y organizadamente. Ya había tenido un primer encuentro con ella mediante el Papel Literario de la edición de El Nacional del 24 de septiembre de 2005, donde fue presentado, como adelanto del libro próximo a ser publicado, el capítulo "Oriana y Clarisa (manual de autoayuda)", cuya lectura de momento no me cautivó, ignoro si a causa de mi total desconocimiento de Proust –punto a favor de cierta aseveración del protagonista de la obra-, o si debido a la descontextualización de la que dicho capítulo fuera objeto.


Lo que leí esta vez, obra completa en mano, fue, para mi gusto, más agradable: un texto sin complicación argumental ni embrollos estilísticos –hecho que lo libra de mi lista personal de “jamases”-, y donde se revela sin prisa pero sin pausa, con demasiados indicios concretos que dejan poca posibilidad a la ficción, la humanidad del autor-intérprete y el espíritu de sus amados espectros.


Y como vale todo -según nos hace saber en alguna ocasión el despedido y reenganchado narrador-, inicio en este punto la búsqueda del intersticio que me permita justificar la invitación a formar parte de este panel. Lo encuentro de inmediato, en el primer capítulo, titulado "Maracay, mi pentimento". Allí el autor mismo nos proporciona datos valiosos sobre la ubicación de su casa de niño, aun cuando no siempre precisos y actualizados. Como en los mapas de tesoros escondidos, o mejor aún, como en los textos esotéricos, las pistas parecen lanzadas con piquete a fin de despistar a los no iniciados: el seguimiento de la información suministrada hará al lector caminar una cuadra de más en procura de una inscripción que ya no existe. Existe en cambio y por fortuna el documento fotográfico, suministrado extraoficialmente por el propio escritor, que ha permitido constatar la permanencia de la casa, aunque despojada de su nombre y, tal vez, efectivamente subdividida en viviendas precarias.


Pero ahí continúa -repito-, formando parte de un conjunto, casi íntegro, de quintas construidas hacia 1928, y estrechamente vinculadas a los Telares Maracay dado que en algunas de ellas fueron alojados los ingenieros catalanes que vinieron a trabajar en dicha industria, cuya edificación fue considerada en su tiempo “una de las siete maravillas de la arquitectura en Venezuela” (4). El conjunto representó por su parte una innovación desde el punto de vista urbano por la separación de las fachadas de la calle mediante un jardín (5). Este hecho le otorga ya carácter patrimonial -en cuanto testimonio de la evolución urbana de Maracay-, y le ha hecho merecer su inclusión en el Registro General del Patrimonio Cultural. A ello se agregan –last but not least- las vivencias, los recuerdos y la apropiación afectiva de sus moradores -esencia última del concepto de Patrimonio-, elementos que, en el caso que nos ocupa, han logrado pasar de la oralidad a la palabra escrita a través de la creación literaria de un autor reconocido, lo que habría de motivar (el uso del modo potencial de este verbo es adrede) el fortalecimiento y continuidad de su valor cultural y su trascendencia.


El capítulo más conmovedor es a mi juicio "Cartas griegas", y también el más apropiado respecto del tema que me ha sido asignado. En un texto pleno de anécdotas y sensaciones, de remembranzas y sentimientos, el autor nos convida a compartir esa correspondencia íntima y familiar surgida de una visita al lugar de origen de la civilización occidental: Elías, el padre, y Maracay son una presencia constante en el viaje; todo allí trae a colación una costumbre, un edificio, una atmósfera, similares a los vistos y vividos en la patria grande y en la pequeña ciudad que, según el autor confiesa en relación con él y con su padre, …”quedó en la memoria, en la nostalgia, para el resto de todas nuestras vidas” (6). Aun cuando se adivina en el remitente de las cartas una actitud crítica hacia seres y pareceres que reconoce demasiado próximos, distancia de por medio se diluyen el rigor de los juicios y el impacto de las malas experiencias; se intenta una explicación y se tolera; se comparte incluso por momentos una forma de vivir la vida que convoca el recuerdo de la cultura propia: “Y bien, señores, - llegará a escribir, a modo de argumento universal - ¿quién despotrica contra Grecia?" (7). Esta capacidad de identificarse con los aspectos definitorios de una comunidad, y de aceptarse en ellos con su mutua carga de virtudes y defectos, tiene su base en una memoria colectiva que da forma y sustancia, que se recibe de lo precedente y que se enriquece y embebe poco a poco en el transcurso de la vida de cada uno de nosotros; incluso en la de quien, aunque quisiera, nunca será “el último de la fila”.


Como comenta el autor al inicio de la obra, Maracay era la verdadera capital del país, y único era entonces todo lo que mostraba: el primer zoológico, la Plaza Bolívar más grande, el mejor hotel, el hospital más moderno. Le tocó ser, casi que por capricho de su bienhechor, la ciudad moderna por antonomasia en Venezuela. En ella se ensayaron proyectos urbanísticos y arquitectónicos que rompían con la tradición heredada de las Leyes de Indias; en ella surgieron las primeras instalaciones industriales propiamente dichas; en ella inició el sector público el desarrollo sistemático de soluciones habitacionales de interés social.


Mas lo que fue sin duda un privilegio, una oportunidad de oro en su historia, llevaba también implícito el germen de su infortunio. Me animo a adelantar la idea de que Maracay estuvo siempre signada por lo inmediato: su coyuntural posición de centro político y económico; su sorpresiva capitalidad. A la escala que permitía su momento histórico, se desarrolló apresuradamente y sin esfuerzo alguno. Se atragantó de notoriedad sin dar tiempo a digerirla; exquisito bocado que, por indigesto, no nutrió al grueso de sus habitantes.


El resultado tenía que ser por fuerza una ciudad anémica, poco orgullosa de su singularidad y significación, y demasiado apática en relación a sus potencialidades. No hay más que salir afuera y echar un simple vistazo (8): las obras de Marisol Escobar y Juan Loyola, por mencionar las más a la mano, se deterioran ante nuestra ya grosera indiferencia (9). Tampoco, me temo, tendremos que esperar demasiado para recibir la noticia del desplome definitivo de la Casona de la antigua hacienda La Trinidad -Monumento Histórico Nacional desde 1991- ante el inexplicable desentendimiento de las instituciones responsables de su salvaguarda (10). ¿Qué destino no habría de aguardar entonces al Barrio Catalán y a la quinta El Vergel, que apenas cuentan con el precario amparo de una providencia?


Pero nada, a Dios gracias, es absoluto: hace poco menos de un año la presión pública evitó la probable destrucción de la Casa de Dolores Amelia, bien cultural de interés arquitectónico que hoy ha sido ganado al patrimonio de la ciudad. Alrededor de una década atrás otra movilización puso en jaque a la administración municipal de turno, que autorizó la tala de árboles en la emblemática avenida Las Delicias para facilitar el acceso a las instalaciones de una conocida cadena de comida rápida. Hechos como estos me dicen que por ahí ronda, oculto como un pentimento, el sentido de identidad y pertenencia que motoriza estas reacciones, todavía eventuales y poco sistemáticas, pero sin duda tan sublimes como una visita al santuario de Apolo en noche de luna llena.


Hay quien diga que, en comparación con Caracas (por fijar tan solo una referencia), las edificaciones maracayeras carecen de valor y deben por tanto dejar paso al progreso, con harta frecuencia devastador e indiscriminado. Sin embargo, habrá esperanza para nuestro patrimonio urbano mientras algún coterráneo escriba con nostalgia sobre su casa paterna, y exista al menos alguien capaz de gritar en cualquier rincón del mundo y con sincero entusiasmo: “¡Ah, schöne Kanoni!”(11).



NOTAS:

(1) Isaac Chocrón (25 de septiembre de 1930- 6 de noviembre de 2011). "Escritor, narrador y dramaturgo nacido en Maracay. Estudió economía y relaciones industriales en Estados Unidos. Ha colaborado en diferentes diarios y revistas como el Daily Journal, El Nacional, La República y Revista Nacional de Cultura. Obtuvo el primer premio del Teatro Ateneo de Caracas en 1963 con la obra Animales feroces. Entre las obras teatrales escritas por Chocrón destacan El quinto infierno, La revolución, Mónica, Tric Trac y El Florentino. Como ensayista ha producido El Nuevo Teatro Venezolano (1966) y Tendencias del teatro contemporáneo (1968). Entre sus novelas más conocidas se encuentra 50 vacas gordas, publicada en 1980. Además ha escrito crónicas que, junto con el resto de su producción literaria, le sitúan entre los más importantes escritores de Venezuela. En su novela más reciente, titulada El Vergel (2005), Chocrón retoma contacto con su ciudad natal a través de sus recuerdos y nostalgias. En 1979 fue reconocido con el Premio Nacional de Teatro". (IPC, 2006, p. 233).

(2) Providencia Administrativa n° 012/05 (Gaceta Oficial n° 38.237 del 27-07-2005).

(3) Chocrón, Isaac. (2005). El Vergel. Caracas: Random House Mondadori, pp. 92-93.

(4) Artículo del Rafael Seijas Cook aparecido en la revista Élite N° 41, junio de 1926, citado en: HERNÁNDEZ DE LASALA, Silvia.(1990). Malaussena. Arquitectura académica en la Venezuela moderna. Caracas: Fundación Pampero, p. 346.

(5) INSTITUTO DEL PATRIMONIO CULTURAL y FUNDACITE ARAGUA.(2001). Preinventario de bienes inmuebles del estado Aragua. Tomo 1. Maracay: Autores.

(6) Chocrón, Isaac. op. cit., p. 11.

(7) Idem., p. 134.

(8) Se hace referencia a los espacios exteriores del Complejo Cultural Santos Michelena, del cual forma parte la sede de la B.P.C. "Agustín Codazzi", sitio donde tuvo lugar el homenaje a Isaac Chocrón y el bautizo de su novela El Vergel.

(9) Sobre el estado actual de estas obras, ver entrada a este blog del 12 de septiembre de 2011.

(10) Sobre la situación crítica de este Monumento Histórico de la Nación, ver entrada a este blog del 15 de marzo de 2011.

(11) "¡Ah, qué bonito cañón!". La expresión forma parte de una anécdota en la novela El Vergel, donde un orgulloso guía muestra entusiasmado un cañón (Kanone) de la Segunda Guerra Mundial, viejo y oxidado, que se exhibe en su localidad a los visitantes como gran atractivo. A mi modo de ver, esta expresión ilustra con claridad el concepto de identidad y sentido de pertenencia: la significación que una comunidad da a un objeto (un bien cultural) determinado, y lo aprecia y siente como propio, sin importar el escaso valor que pueda tener para personas ajenas a dicha comunidad.



FUENTES:

Instituto del Patrimonio Cultural-IPC. (2006). Municipios Girardot y Francisco Linares Alcántara, estado Aragua. Caracas: IPC. Catálogo del Patrimonio Cultural Venezolano. Región Centro-Oriente: AR 03-17.